Congelamiento monetario: ¿cuál es el costo?

11/11/2018
BCRA

Página/12 | Opinión

Por Carlos Heller

A partir de lo especificado en el último acuerdo con el FMI, se gestó un nuevo plan monetario: crecimiento cero de la base monetaria (BM) y colocación de Letras de liquidez (Leliq) en los bancos para mantener ese compromiso, con una tasa elevada en términos reales.

Una de las principales fortalezas del plan, según el BCRA y el staff del FMI, es la eliminación de las transferencias al Tesoro Nacional. Resulta interesante reflexionar sobre este último aspecto, que funciona como un mantra de los teóricos monetaristas. Si bien el financiamiento al Tesoro Nacional es potencialmente expansivo, estuvo lejos de ser el más importante en estos años. En 2016, el BCRA financió al Tesoro por 160.000 millones de pesos, una cantidad similar a la compra de divisas al mismo Tesoro (también expansiva) derivada de su endeudamiento en dólares. En 2017, el financiamiento ascendió a 150.000 millones de pesos, y la compra de divisas a 272.000 millones de pesos. Es decir, el principal ítem que generó expansión monetaria en los años señalados fue el financiamiento del gobierno nacional en dólares, y las divisas que luego vendió al BCRA. Dejar de financiar al Tesoro: una herramienta con mucha publicidad y escaso efecto. 

El Central también aclaró que hasta que no haya evidencia de una caída de las expectativas de inflación a 12 meses vista, la entidad no dejará que la tasa de interés de las Leliq se ubique por debajo de 60 por ciento anual. Las expectativas se encuentran aún en un nivel elevado, lo cual anticipa tasas de interés altas por algún tiempo más. Es cierto que la tasa de Leliq ha venido bajando en estos días, pero su nivel sigue siendo muy elevado, por encima del 66 por ciento mensual.

El congelamiento de la Base Monetaria significa que la cantidad de dinero circulante (uno de sus principales componentes) se mantendría en términos nominales, cuando las expectativas de inflación a 12 meses vista se ubican en el 30,6 por ciento, según los resultados de octubre del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM). Esto implica menos dinero para pagar cuentas, tanto para los hogares como para las empresas, y pone un freno a la actividad económica. 

Es cierto que el BCRA decidió una inevitable flexibilización del congelamiento en diciembre –pues es un mes históricamente de alta demanda de efectivo– y mantener el mismo nivel de dinero que en noviembre sería prácticamente imposible. Pero esta decisión no cambia el rumbo de la política de restricción.

Hay un aspecto más que preocupante de este plan de política monetaria. Además de la restricción del efectivo, el congelamiento virtual de la Base Monetaria impacta sobre los depósitos y, sumado al aumento de los encajes, reduce aún más  el crédito. Una reducción del financiamiento que se producirá a través de dos vías, la cuantitativa, recién explicada, y la de las elevadas tasas de interés que dejan fuera del crédito a gran cantidad de empresas y personas.

Estamos frente a un programa que utiliza la restricción monetaria y las altas tasas de interés para intentar frenar la inflación. La pregunta es: ¿cuál será la duración de tal programa? 

Según datos del BCRA, la relación “base monetaria/PIB” de algo más del 8 por ciento en la actualidad, bajaría a un mínimo del 6,5 por ciento en junio de 2020: es decir, tendríamos más de un año y medio de contracción monetaria en términos reales, independientemente del nivel de inflación. 

En cuanto al costo del total de pasivos remunerados del BCRA (Lebac+Leliq+pases) sigue siendo elevado y se mantendría así en la medida que las tasas de Leliq sostengan su actual valor en términos reales, un objetivo que parece perseguirse hasta fines de 2019. 

Personalmente, me preocupa más este nivel de tasa real de política monetaria por tan largo tiempo, que el impacto de los intereses en el balance del BCRA, ya que éste posee varias herramientas para manejar estas erogaciones.

Desde el Central se dice que la nueva política monetaria es más potente y más simple para bajar la inflación, pero los costos que acarreará impactarán negativamente en la evolución de les empresas, especialmente las pymes, y las condiciones de vida de los ciudadanos.

Nota publicada en Página/12 el 11/11/2018