De Nicolás Avellaneda a Mauricio Macri

15/03/2016

Página/12

buitres

Por Juan Carlos Junio

Mauricio Macri repite la misma idea que en diversos momentos históricos esgrimieron otros presidentes que tomaron la decisión política de someter a la Nación y a su pueblo a la extorsión de los prestamistas internacionales. Ninguna originalidad y la misma claudicación.

Si bien desde los inicios de nuestra vida como Nación independiente se generaron préstamos que resultaron ruinosos, el caso más emblemático es el de Baring Brothers. Fue el presidente Nicolás Avellaneda (1874-1880) quien fijó el carácter doctrinario de esa conducta política.

Con la lucidez y la determinación que lo caracterizó, el joven presidente tucumano pontificó para su presente y para los tiempos por venir: “La República puede estar dividida hondamente en partidos internos; pero no tiene sino un honor y un crédito, como solo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños. Hay dos millones de argentinos que economizarían hasta sobre su hambre y sobre su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros".

Por entonces, la crisis de la deuda externa se había originado en varios factores: exceso de importaciones que obligó a una gran afluencia de metálico y préstamos de entidades europeas, caída de las exportaciones; y en un punto de crisis en las metrópolis, los capitales se retiraron abruptamente.

Este último fin de semana, el presidente Macri afirmó que “lo importante es que la Argentina debe honrar sus deudas para ser confiable y poder acceder al crédito internacional”. Y agregó, “hace falta poner en marcha nuestra economía y una forma de activarla es tender puentes con el mundo”. Como decíamos, nuestro Presidente sigue la doctrina Avellaneda, aunque no lo sepa y la relate con un lenguaje mucho más básico que el fundador de esa doctrina.

Es imprescindible aclarar que por entonces el país estaba al borde de la suspensión de pagos y, en cambio, actualmente la Argentina es una de las naciones más desendeudadas del planeta. Ha cumplido estos años con los pagos de su deuda, luego de la histórica punción del 67% que aplicó Néstor Kirchner y los próximos vencimientos son muy acotados.

Cierto es que nuestra historia registra conductas políticas patrióticas. Durante el gobierno de Julio Argentino Roca, paradójicamente también muy joven y oriundo de Tucumán, su Canciller, Luis María Drago formuló la doctrina que lleva su nombre. En el año 1902 Venezuela sufrió una agresión militar por parte de Inglaterra, Alemania e Italia invocando el no pago de los servicios de la deuda pública, con la aquiescencia del presidente norteamericano Theodore Roosevelt. La célebre protesta de Drago señalaba que “el capitalista que suministra su dinero a un Estado extranjero sabe que contrata con una entidad soberana y es condición inherente a toda soberanía que no puedan iniciarse ni cumplirse procedimientos ejecutivos contra ella”.

Lo cierto es que el actual Presidente se allana a la extorsión perentoria de los buitres, que pasaron a llamarse holdouts; y como ya no pueden ocultar su fama carroñera, en su proyecto de ley los denomina “tenedores de títulos públicos elegibles”, algo así como “ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”. Claro que también exigen a los parlamentarios para que levanten sus manos, legitimando un despojo histórico a nuestro pueblo, que condicionará su vida por largo tiempo.

Está en juego también nuestro honor como Nación soberana, ya que si diputados y senadores aceptan esta vulgar extorsión política, volveremos a tiempos de pérdida de la dignidad, en pos de la “gobernabilidad” macrista, como formulan su postura algunos que se ubican como opositores herbívoros (parafraseando al General), y votarán el cruel endeudamiento junto a la claudicación de Cambiemos.

Los liberales macristas serán consecuentes con su credo pro imperialista y la dirigencia radical de estos tiempos, una vez más, se doblará contradiciendo groseramente el apotegma del gran caudillo fundador, Leandro N. Alem.

Si el Parlamento vota las leyes como vienen del Ejecutivo, honraremos los papeles infamantes de los usureros internacionales, que serán afrontados con el hambre y la sed de los argentinos. Esto sí lo sabe Macri, aunque nunca haya leído nuestra historia, ni siquiera la de los liberales fundadores de la Patria oligárquica, de la cual es heredero.

Nota publicada en Página/12 el 15/03/2016