
Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Siempre volvemos a Borges: no los une ni el amor ni el espanto, los une su afán irrefrenable por operar el poder de magnates y súper millonarios a quienes admiran y declaran héroes. Luego de casi un año y medio del triunfo electoral de Milei, las fuerzas populares, democráticas y progresistas se enfrentarán con las derechas en las elecciones legislativas porteñas. En la Ciudad Autónoma de Buenos, donde hace casi 20 años gobierna la gestión conservadora del PRO, el resultado de las urnas impactará en los diversos posicionamientos de la disputa electoral a nivel nacional. En una elección que hasta aquí ha tenido escasa difusión en los medios de comunicación, es muy trascendente lo que se juega y no solo para el pueblo porteño. Si bien hay 17 listas, esencialmente por la eclosión de Juntos por el Cambio, lo cierto es que separando la paja del trigo, resultan dos espacios bien delimitados.
De un lado, se presenta “Es Ahora Buenos Aires", con Leandro Santoro a la cabeza, conformado por fuerzas, populares y progresistas, y en el polo opuesto se exteriorizan los distintos pedazos del ex Juntos por el Cambio. Para sintetizar, la disputa principal se dará entre un frente amplio integrado por diversas fuerzas políticas con eje en el peronismo y, por otro lado, las cuatro derechas. Teniendo en cuenta la inédita fragmentación, se aprecian las diferencias de enfoque: mientras los candidatos conservadores intentan polarizar con el fantasioso fantasma del kirchnerismo, Santoro concentra su mirada hacia el electorado desde una visión para la ciudad y su gente. Solo la candidata del frente Confluencia M.E. Koutsovitis hizo su planteo desde un concepto similar.
“Es Ahora Buenos Aires” se propone consolidar en la legislatura una fuerza progresista que recupere la ciudad con un sentido de humanismo social, o sea desde la perspectiva de compartir una ciudad más justa e igualitaria acercando a los núcleos más favorecidos con las clases medias y los sectores humildes, lo cual posibilitará una conciencia solidaria, el respeto entre los habitantes y hacia el espacio público. Ese enfoque incluye una visión ecológica, de valoración de un sistema de salud y de educación eficientes y de transmisión de valores culturales que aporten al bienestar colectivo, con un sentido superador, cuyo propósito sea mejorar la vida de los ciudadanos/as porteñas. Santoro reivindica abiertamente lo público, junto a la determinación de denunciar y visibilizar la principal razón por la cual los problemas de los y las porteñas no se resuelven: “el maxikiosco” que promovió durante 20 años el PRO y sus ex aliados de Juntos por el Cambio, de privatización del manejo de lo público que transformó en negocio las funciones del Estado, priorizando el afán de lucro de los empresarios amigos del poder, por sobre el servicio que se debe brindar para que la ciudadanía viva mejor.
Tras la trama de la contienda electoral, ahora quedan al desnudo los sectores que se disputan la administración de los negocios y la hegemonía política dentro de las derechas y ultraderechas vernáculas, a pesar de su fragmentación electoral en el actual capítulo porteño. En el fondo coinciden con el proyecto anarcolibertario en su esencia económica y cultural, que destruye el mercado interno, cercena derechos, genera pobreza, profundiza el individualismo y hace apología de la desigualdad y la discriminación, incluyendo el daño a la naturaleza, ya que desprecia su valoración como parte de la vida en sociedad. En definitiva, la ideología de las cuatro alternativas de derecha es la de remachar un modelo de negocios para los grupos empresarios, insaciables en pos de potenciar sus ganancias, e insensibles ante el hábitat común. Para esas derechas de los primos Macri, de Rodríguez Larreta al igual que Adorni, el Estado no es un instrumento para favorecer a la ciudadanía, sino un facilitador de negocios de grandes capitalistas que medran impunemente con el patrimonio público. Las disputas descarnadas de sus candidatos están desprovistas de todo sentido programático y de mejora de nuestra ciudad. De allí que sus políticas resultan tan antidemocráticas como elitistas e inficionadas por fuertes rasgos de corrupción.
Estas cuatro expresiones conservadoras, ya sea que se presenten coaligadas o fracturadas y enfrentadas, se proponen seguir transformando los derechos sociales, culturales y humanos en bienes que se transan en un mercado en el que los clientes les compran sus productos. Así es que los ciudadanos/as que conviven en el espacio común resultan ser consumidores de sus mercancías, tributarios de especuladores financistas, emprendedores inmobiliarios, empresarios del transporte, concesionarios de subte, proveedores monopólicos de alimentos para las escuelas y mercaderes de la salud. Tras las brumas de los gobiernos de estas derechas modernas, estos empresarios son quienes efectivamente manejan el poder.
Más allá de eslóganes publicitarios que se impulsan desde los grandes medios de comunicación, existe una mayoría de nuestra ciudadanía que se siente parte de la historia y luchas del pueblo porteño y cree en una sociedad integrada por ciudadanos solidarios. Somos conscientes de que la contienda cultural está en el centro del combate político por cambiar de raíz una sociedad injusta y sin destino para las mayorías sociales. El futuro político de nuestra ciudad no nos resulta indiferente. Nuestra aspiración es compartir valores sustentados en que lo determinante sea una actitud humana convivencial. Defendemos conquistas culturales y sociales que conforman nuestro entramado de trabajadores y clases medias, amalgamados por la educación pública. El humanismo social debe incluir, y ser sensible a los padecimientos de los núcleos más humildes con los que convivimos. De eso se trata, de la unión en un sentido muy amplio desde distintas perspectivas e identidades políticas y culturales para cambiar desde ahora la legislatura porteña con la mirada puesta en el 2027 para recuperar una Buenos Aires progresista, popular y democrática.