Incendios: el Pueblo y la naturaleza abandonados

14/02/2025
incendio

Página/12 | Opinión

Por Juan Carlos Junio

En sus extravíos diversos, entre ellos los ideológicos, el presidente Milei niega el cambio climático, consecuentemente reniega de la obligación política y moral de afrontar, junto a los gobiernos y al pueblo de nuestras provincias, la actual catástrofe de los incendios, que ya arrasaron más de 37 mil hectáreas en los bosques patagónicos, y en Corrientes devoró 259 mil de pastizal y bosque. Lo más doloroso es la muerte de dos personas, una de ellas Alejandra Mendoza, de 30 años, directora de una escuela rural. El fuego destruyó viviendas, la vida de miles de animales, la vegetación y fuentes de agua. Una enorme tragedia nacional que el presidente y su ministra Bullrich asumen como “una fantasía de marxistas ideologizados con sus doctrinas izquierdistas”. El axioma libertario resulta ser: a más incendios, menos recursos para combatirlos, ya que el Estado no debe intervenir. El fanatismo y las conductas inhumanas derivan en estos actos destructivos que debieran generar un rechazo generalizado de los representantes de nuestro sistema democrático. A esta altura ya no es justificable que algunos gobernadores, legisladores y dirigentes políticos apoyen con sus votos a este proyecto. El argumento de la asfixia presupuestaria a las provincias y sus gravísimas dificultades es legítimo, pero ya resulta insostenible.

El presidente lleva al conjunto de la nación a una ruptura de su base constitucional. Se altera y lesiona el federalismo y el sistema representativo en el parlamento nacional. Nos deslizamos hacia un vaciamiento de las instituciones democráticas sometidas a la extorsión permanente, comprando votos a favor de leyes y vetos contra el pueblo y las propias provincias, a las que desprecia y abandona. La Ley Bases y el veto a las leyes a favor de la vida universitaria y de los ingresos de los jubilados son ilevantables. El presidente empuja vertiginosamente al sistema democrático de gobierno hacia un lugar político que ya no será ni representativo, ni republicano, ni federal. O sea, un país con un déspota cipayo de los magnates planetarios que lo utilizan para colonizar nuestras riquezas naturales, unidos a sus socios menores locales, los súper millonarios nativos, que medran con el saqueo ofrecido impúdicamente por el presidente. Los “seis” del establishment local: SRA, CAC, AEA, UIA; la Bolsa de Comercio y la Cámara de la Construcción, apoyan incondicionalmente al presidente y su plan económico.

Resulta necesario señalar que en estos años de nuestra historia reciente, particularmente en la última década, las estructuras principales del poder económico no se alteraron, por el contrario, se fue acentuando el carácter monopólico de las grandes corporaciones locales y extranjeras. En lenguaje cristinista: siguieron “llevándosela en pala”. Eso sí, la pala es cada vez más grande; con el agravante de que estos señores de la burguesía, que alguna vez fue “nacional”, está actualmente asumida como fugadora por derecha e izquierda de sus ganancias a las guaridas bautizadas bondadosamente como “paraísos”. Cumplen así su gran pasión: llenarse de verdes, fugarlos y desentenderse del destino de la nación y su ciudadanía. Frente a esta realidad incontrastable, el presidente y sus voceros optan por la táctica goebbeliana de redoblar temerariamente la apuesta, confiando en que podrán macerar a una parte de la opinión pública, que por sus descreimientos y desesperanzas optaron por apoyar al líder que los salvará de sus penurias.

Cierto es que tras el relato triunfalista de los grandes medios de comunicación crece el distanciamiento y la oposición de una gran parte de la sociedad. La cruel reacción desviacionista frente a los incendios, se compadece con la sostenida ante las manifestaciones del 1° de febrero, y ahora ante los problemas estructurales del plan económico inspirado en una mezcolanza de thatcherismo y trumpismo, con sus consecuencias cada vez más dañosas para la vida cotidiana del pueblo. El fanatismo ideológico del presidente lo condujo a un yerro político que despertó la primera gran manifestación de rechazo del 2025, que aglutinó a amplios sectores sociales y culturales, particularmente juveniles, sintetizando reclamos y broncas que fueron más allá de las estrictamente vinculadas a los dichos de Milei en Davos. El presidente y sus voceros  enfocaron su estrategia comunicacional hacia la negación del acontecimiento, aunque una vez más se intentó utilizar la controversia para torcer la atención de la opinión pública, tanto de su fallida avanzada antiderechos como de la situación social que afecta a las grandes mayorías.

El mismo propósito tiene la búsqueda artificiosa de instalar la agenda de la inseguridad con la hipérbole del “baño de sangre” en territorio bonaerense. Ante el crecimiento de la incertidumbre de los temas económicos estructurales, el presidente optó por demonizar a sus críticos y sostener su discurso pletórico de optimismo. Un punto central surgió a partir de la irresolución del acuerdo con el FMI por los vencimientos de la deuda contraída por Mauricio Macri. En tal sentido, la vocera del Fondo, Julie Kozack con su habitual lenguaje críptico declaró: “los resultados son positivos”, pero… debe haber “un set consistente de medidas fiscales, y cambiarias”. Algo así como “vamos por todo para reestructurar la economía desde sus cimientos continuando con la estrategia iniciada del 2 de abril de 1976 por Martínez de Hoz”. Se proponen cambiar la matriz de un país de desarrollo medio, con una industria importante, un fuerte entramado del tejido social y cultural de clase media y con sectores del trabajo de buenos ingresos. Una funcionalidad irrestricta a los intereses de la corporaciones extranjeras, para lo cual deben desmontar las leyes de protección social y cultural construidas desde la primera mitad del S. XX, particularmente desde el peronismo y luego por el kircherismo, colonizando nuestros recursos naturales, mineros, energéticos y alimenticios. A ese afán ahora lo llaman “reformas verdaderas”. Tras los eufemismos y sonrisas de los funcionarios del Fondo, la genuflexión del presidente, su ministro de economía de Wall Street, el seguidismo del PRO, la claudicación de los amigables que les votan la leyes, y los senadores corruptos; emerge el témpano sumergido de la entrega.

 

Nota publicada en Página/12 el 14/02/2025