La egolatría de “un loco que no sabe"

19/09/2024
Milei

Página/12 | Opinión

Por Juan Carlos Junio

El mesianismo delirante del presidente y sus consecuencias dolorosas para la vida de las mayorías populares del país desnuda su esencia clasista y antinacional. Pocas veces, lo antagónico e irracional en términos ideológicos y en sentido social y cultural se pone tan claramente de manifiesto. El gobierno libertario representa todo lo opuesto a la idea de un tejido social solidario y al pueblo mismo como colectivo nacional, con una historia y una cultura que lo sustenta y le da sentido. La megalomanía de Milei, quien se autodenomina grotescamente “el mejor presidente de la historia argentina”, se va desnudando ante su propia base electoral. Transa con la casta para achicar el Estado y “agrandar el bolsillo de las corporaciones”, tal como se sinceró ante una tribuna de supermillonarios. Ya nadie le cree cuando dice que “los tarifazos de luz, gas y agua están regalados”, mucho menos aceptado es el bolazo de “los jubilados le están ganando a la inflación”. Por otro lado, el núcleo socio político que siempre lo rechazó se amplía y reafirma su crítica, a pesar de la ausencia de una conducción política que lo aglutine. Pero no todas son pálidas para el presidente: fue ovacionado en la Sociedad Rural durante el centenario de Criadores Hereford. Esos aristócratas, a quienes Sarmiento llamaba “la oligarquía con olor a bosta”, valoraron el “nuevo gesto de apoyo” y le otorgaron el honor de colocar el manto al gran “campeón macho”. También recibió un entusiasta apoyo del Director Ejecutivo del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), Santiago Mignone, quien celebró el recorte de los subsidios. Se nota que a los señores de esta entidad no les importa que los ciudadanos y las Pymes se vean obligados a afrontar facturas de los servicios públicos confiscatorias de sus ingresos, a pesar de lo cual el vice ministro de Economía, Daniel González, no trepidó en sincerarse: “Tendremos un verano complicado en materia de cortes de luz”.

El proyecto de Milei conduce a la sociedad argentina a una tragedia de magnitudes. No solo por la pérdida de la soberanía política y la ausencia de desarrollo inclusivo, sino también por la degradación y ruptura de los lazos sociales. Una Argentina con más de la mitad de la población sumida en la pobreza, sin expectativas de recomposición salarial, con un desempleo que pronto superará los dos dígitos, una inflación que en agosto volvió a subir y con quita de subsidios a las tarifas de gas, luz, agua y transporte que sigue vaciando los bolsillos de los usuarios. Los sectores más vulnerables de la sociedad no reciben asistencia alimentaria en los comedores, a los jubilados se les quita la cobertura de los medicamentos; el desempleo es una realidad y un fantasma amenazante y quienes conservan su trabajo, no logran llegar a fin de mes. Los docentes y profesores universitarios ingresaron a esa franja social.

En este contexto, que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner tome la posta de la confrontación resulta auspicioso. “Necesitamos volver a sentir la cooperación y la solidaridad. Necesitamos llevar una palabra de aliento. Confío infinitamente en las fuerzas del pueblo”, afirmó enfáticamente. Hay analistas que ponderan la inconveniencia de su cruce con Milei en términos tácticos. Pero existe otro punto de vista más valioso y necesario a tener en cuenta: el de una militancia política ávida de conducción y de una dirigencia opositora que oriente, frente a tamaña crisis social y política. Hay demasiados silencios prolongados, de allí que resulte necesaria la palabra de Cristina aportando a la construcción de una amplia oposición más efectiva a la hora de enfrentar las medidas de un presidente que viene a destruir los derechos y el futuro de las grandes mayorías. A este impulso, y a la unidad que el espacio debe sostener, habrá que sumarle un núcleo de ideas centrales y un programa, frente a la actual emergencia y la gravísima deuda social. Queda claro que no puede ser el desencanto el factor principal. Afrontamos además el desafío de dilucidar ante la sociedad lo dicho por Cristina: “el presidente es loco y no sabe”, aclarando el equívoco de que “es loco, pero sabe”.

El protagonismo del Parlamento, amalgamado por la presencia del pueblo en las plazas y avenidas, expresa la resonancia del sentir de la comunidad, más allá de la supuesta victoria de la confirmación del veto a la movilidad jubilatoria, en la que se vio a Milei transando con los radicales que no se rompieron, sino que se doblaron: cinco traicionaron votando, uno lo hizo ausentándose y otro renunciando a su banca. Los tránsfugas fueron siete.

El Senado rechazó el DNU de los fondos para la SIDE y aprobó la actualización del presupuesto universitario. El apoyo a las universidades fue abrumador: 57 a favor y 10 en contra. Un consenso similar impugnó también el decreto de fondos para la SIDE. Fue 41 a favor y 11 en contra. Dos derrotas parlamentarias trascendentes que expresan el hecho notorio de que recortar jubilaciones y reprimir a los adultos mayores tiene un alto costo político y un fuerte rechazo de la opinión pública. El “triunfo del veto” a la movilidad jubilatoria desnudó la inmoralidad política del presidente y del PRO macrista aterrorizado por la pérdida de sus electores en manos de la “auténtica derecha gorila” de Javier Milei.

 

Todo indica que se viene una gran manifestación pública ante el “veto total” a jubilados, docentes universitarios y trabajadores de diferentes ramas. Milei insiste en el ajuste sin fin, tras su sueño dorado del superávit fiscal que le agrande los bolsillos a las corporaciones, quienes hasta ahora aplauden, aunque no ponen ni una moneda de cobre. Se ve que “los argentinos de bien” aún no confían en el plan de estabilización del gobierno, más allá de que festejen las desregulaciones de Sturzenegger y la anacrónica reforma laboral que, como dijo el vocero Adorni “es a favor de la libre contratación, incluso si fuese una jornada laboral de 12 horas”. Pareciera que a fuerza de vetos, palos y gases a los jubilados, y ensimismado en su egolatría, el presidente decidió enfrentar a la opinión pública. Ante tamaña pertinacia, resuena la invocación del gran Cicerón: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo todavía se burlará de nosotros tu furor? ¿Adónde llegará en su desenfreno tu audacia?”.

Nota publicada en Página/12 el 19/09/2024