“Los subsidios deben ir a quienes los necesitan”

08/02/2012

08-02-2012 - Revista Veintitrés -

ENTREVISTA A CARLOS HELLER

El diputado de Nuevo Encuentro y titular del Credicoop analiza la coyuntura política y marca agenda: “La actual ley de entidades financieras es un resabio del modelo neoliberal”.

Carlos Heller habla con su habitual tono pausado y mesurado. Considerado como un banquero progresista –para muchos un oxímoron–, fue fundador del Banco Credicoop –preside la banca cooperativa desde el 2005–, y asumió como diputado nacional por Nuevo Encuentro en 2009, desde donde postula, con insistencia y constancia, que se modifique la anacrónica ley de entidades financieras. En esencia, la reforma llevaría a considerar la actividad financiera como un servicio público, que tenga como prioridad la necesidad de los usuarios y no el interés de las entidades; un desafío hasta ahora difícil de concretar. Conocedor de la materia económica y de gestión –una recorrida por su sitio web permite cotejar que acumula cuarenta y cuatro años de experiencia de gestión pública no estatal–, Heller dialogó con Veintitrés y opinó sobre uno de los temas candentes de la temporada estival: la política de subsidios que comenzó a aplicar el Gobierno en los primeros días del 2012. “Filosóficamente, el subsidio tiene que estar planteado siempre como una medida de ayuda, es decir, de subsidio a actividades, sectores o personas que sin él no podrían o se les haría difícil acceder a un servicio –afirmó el diputado–. Por lo tanto, me parece muy bien que se afine esa política, los subsidios deben perfilarse hacia los sectores que los necesitan”.

–Más allá de su aspecto positivo, los cambios generaron algunos cuestionamientos…

–Si todo el mundo decía que era absurdo que sectores de clase media-alta o alta pagaran cifras irrisorias por los servicios de luz o agua, no puede ser que ahora critiquen cuando se hace la tarea de selección de los destinatarios de esos subsidios. Desde mi punto de vista, y por lo que observo, se trata de una decisión dirigida, no masiva: la quita afecta a determinados sectores, a barrios cerrados, a countries. Parece una manera correcta de aplicar la selectividad. Mi expectativa es que los recursos que se ahorran por la quita de subsidios a los sectores medios-altos y altos se habiliten para profundizar subsidios en sectores que más lo necesitan. Por ejemplo, algo que debería estar sumamente subsidiado es la garrafa porque las personas que la utilizan no cuentan con gas natural y no hay dudas de que pertenecen a un sector de bajos ingresos. Sin embargo, todavía son los ciudadanos que más caro pagan el combustible. Uno puede usar recursos que se ahorran en un lugar para mejorar la vida de los sectores más vulnerables.

–También se habló mucho sobre los cambios en el transporte público y la aparición de la tarjeta SUBE. ¿Cómo visualiza esa política?

–En el transporte público sucede exactamente lo mismo que en el resto de los servicios. El mantenimiento del subsidio a través de quienes acceden a la tarjeta SUBE permitiría muchas cosas: entre las más importantes, que se subsidie a las personas y no a las empresas. Creo que el Estado va a ajustar el gasto que tiene en ese rubro a lo que efectivamente debe subsidiar: a los pasajeros concretos y no al combustible, como viene sucediendo, o a las estimaciones de cantidad de pasajeros trasladados.

–Las colas para sacar la tarjeta inquietaron a los usuarios…

–El tema de las colas para conseguir la tarjeta podría tener varias lecturas. La SUBE apareció hace varios meses. Y lo cierto es que yo siempre me pregunto cuando voy en auto por la autopista por qué la gente hace enormes colas para pagar el peaje cuando es gratis tener la oblea que permite pasar sin detenerse a abonar cada pasaje. No hay un costo mensual por esa oblea. Yo creo que allí hay un tema cultural. A mí me da la impresión de que hasta que no se dijo “a partir de tal fecha, el que no tenga la tarjeta pagará el boleto sin subsidio”, mucha gente no sintió la necesidad de tenerla. Se podría discutir si el plazo que se dio para sacarla antes de la quita del subsidio es suficiente. Me da la sensación de que hay como una conducta argentina de hacer todo a último momento: si el plazo para sacar la tarjeta fuera más largo iríamos en el último día. Pero es una apreciación absolutamente subjetiva. Si los datos que se conocen son exactos, ya se otorgaron seis millones de tarjetas. Se ha avanzado muchísimo. Da la impresión de que al 10 de febrero llegaremos con la inmensa mayoría de la gente que viaja en el transporte público con la tarjeta en sus manos. En cambio, se deberá trabajar mucho en lo que respecta a los lugares de recarga, es decir, la facilidad o no para recargarla. Son cuestiones a resolver. Pero, como todo mecanismo nuevo, genera pequeños problemas iniciales que luego se resuelven. Por caso, ya nadie habla de las habilitaciones en la AFIP para poder comprar dólares. Yo no se por qué dieron como plazo el 10 de febrero como fecha límite para la quita del subsidio a quien no tenga la tarjeta. Yo hubiera dado un plazo más largo aunque creo que, en los últimos diez días, hubiera pasado lo mismo.

–La presidenta Cristina Fernández definió su nueva etapa de gestión como de “sintonía fina”. ¿El proyecto de ley de entidades financieras, que es de su autoría, entra en esa categoría?

–No puedo ser intérprete de lo que la Presidenta quiso decir pero sí puedo decir lo que pienso, y estoy convencido de que la actual ley de entidades financieras es un resabio del modelo neoliberal. La Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina se modificó en la época de Carlos Menem y de Domingo Cavallo y tiene la misma impronta neoliberal. Estoy profundamente convencido de que cuando se habla de “profundizar el modelo” se hace mención al cambio de ideología e instrumentos de los que se valió aquel modelo neoliberal. Por ende, la nueva ley de entidades financieras sería compatible con la idea de “sintonía fina” y con el “Nunca menos”. Néstor Kirchner decía que la primera tarea que debía hacerse en la Argentina era salir del infierno. Que ocho años después se comience a hablar de sintonía fina a mí me parece que está muy bien. Y también me parece bien que, en la actualidad, se encare el cambio en términos de subsidios, entendiendo que antes hubo que subsidiar servicios masivamente porque no había recursos tecnológicos ni tiempo para transformar aspectos en esa línea. Todas las acciones demuestran que se trata de profundizar el rumbo que se emprendió en el 2003.

–¿Cuál será la posición que adopte su bloque en el Parlamento, con respecto al Gobierno?

–Será la misma que ha tenido Nuevo Encuentro hasta ahora. Nosotros lo hemos definido como parte de un espacio kirchnerista en construcción, donde decimos que conviven sectores que no necesariamente coinciden entre sí. No formamos parte del Frente para la Victoria, somos una fuerza autónoma y como tal nuestras visiones aportan una postura propia en los temas que se debaten, con ánimo de acompañar todas esas cosas con las que nos sentimos identificados. Pero no somos parte de un mecanismo automático de apoyo al Gobierno. Acompañamos sus políticas desde la convicción, la identificación y nuestro matiz propio. Y tenemos nuestros proyectos que no sé si serán acompañados por el Frente para la Victoria. El trabajo en el Congreso implica construir coincidencias.

–¿Y coincide con el anuncio de aumento de la jubilación y la reprogramación del pago de la deuda a las provincias?

–Me parece bien, es una manera de aliviar la financiación de las provincias. No debemos olvidar que hace ocho años las provincias tenían monedas locales. Respecto de la jubilación, me parece que se lo puede ver desde dos lugres. Uno podría preguntarse si los jubilados ganan lo que deberían ganar. No creo que sea así. Con lo que gana un jubilado es muy difícil vivir. Pero, ¿está bien lo que se está haciendo? Y ahí la respuesta es afirmativa, porque se están actualizando los haberes por encima de los aumentos salariales e incluso de la estimación más negativa de la evolución del índice de precios. Hay un mecanismo para aumentar las jubilaciones, ya no se trata de un número puesto a dedo, que está demostrando que fue bien diseñado y que permite que las jubilaciones mejoren en términos reales y no nominales. Podría hacerse más pero en el marco de una reforma impositiva que incremente el fondo previsional. Plantear la mejora de los jubilados sin plantear las fuentes de financiamiento es hacer demagogia.

–¿Y cómo observa la relación del Gobierno con la CGT?

–Esa es una pregunta más difícil. En un escenario ideal, me parece que la CGT y el Gobierno deben ser organizaciones que funcionen con absoluta independencia. Obviamente, teniendo negociaciones, puntos de contacto, tensiones, tal como el Estado tiene con otras corporaciones. No lo digo en términos negativos. El Estado tiene tensión con otro tipo de representaciones corporativas y la existencia de la misma es comprensible. Una genuina representación de los trabajadores aspira a que la participación de los mismos en la torta distributiva sea cada vez mayor, que participen en las ganancias de las empresas, y si algo de eso no coincide con el tiempo del Poder Ejecutivo, eso puede generar tensiones. Lo demás, a mí me supera. Si el Gobierno quiere poner a otro representante sindical al frente de la CGT, en lugar de Hugo Moyano –porque es lo que uno lee en los diarios–, no tengo elementos suficientes para opinar con fundamento. Ahora, si tuviera que decir a qué aspiro, diría a que se profundice la democracia y la libertad sindical, dándole la personería gremial a la CTA. Lo otro se hace muy estrecho y termina siendo sólo una pelea entre algunas personas.