
Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Los resultados fueron tan espectaculares, que se instaló el lenguaje futbolero. Veníamos de un siete a cero en el Senado, y en Diputados se impuso otro doce a cero. En dos fechas seguidas, dos goleadas. Fue demasiado. El “nido de ratas” propalado por Milei en su “batalla cultural” contra el Congreso como expresión de la diversidad democrática, le asestó un golpe tipo “uno-dos” del boxeo, que lo dejó tambaleando.
La soberbia triunfalista del Presidente y sus socios mutó a turbación y desconcierto. El intento de respuesta desde una cadena nacional con el propósito de machacar sobre su mito del superávit fiscal y la no emisión monetaria; fue otro fiasco. Quizás la prédica antiinflacionaria logre consenso. Lo demuestran algunas experiencias de la historia reciente, junto al hecho social verdadero, de que el aumento vertiginoso de los precios, transfiere ingresos desde el sector asalariado y clases medias a los monopolios que los forman, y a su vez, genera una desorganización de la vida.
Sin embargo, resulta imposible imaginar que el fetiche del superávit fiscal pueda conmover al pueblo, prevaleciendo sobre la caída de los salarios, el crecimiento de pobres y niños con hambre, la pérdida del trabajo, el hundimiento de la acción estatal en hospitales, escuelas y la universidad pública, sumado a las penurias de las clases medias por tarifazos y alquileres impagables.
No resulta aceptable pensar en que números estrafalarios e incomprensibles, teorías y frases “célebres” ignotas, y “fundamentaciones” del tipo de “si A no es B, pero A es B...” puedan convencer a la ciudadanía; la soberbia los arrastra subestimar demasiado el sentido común de la opinión pública.
Aunque para algunos sectores “pragmáticos”, partidarios de encuestas y mesas de arena “no rinda”, nosotros agregamos al deterioro del consenso del gobierno su espíritu y discurso colonialista de inspiración thatcheriana. Se proponen abiertamente la entrega de recursos naturales a las corporaciones extranjeras, lo cual incluye la reivindicación de los kelpers y su derecho sobre nuestras Islas, a partir de lo cual, aplicando su batalla cultural, se proponen un deslizamiento hacia la idea simbólica de “las Malvinas son inglesas”, y el cierre de aquello de “el que no salta es un inglés”. Así planteado, parece un fenomenal despropósito. Claro que lo es y que será rechazado por nuestro pueblo.
Ponderar el sentido y las consecuencias de la derrota parlamentaria de la ultraderecha resulta imprescindible. Sin embargo debe complementarse con su contracara: el impactante crecimiento del rol democrático del Parlamento y la trascendencia de sus decisiones para la vida del pueblo y en defensa de sus instituciones de gestión, como el ya emblemático Garrahan y la vida de núcleos vulnerables como personas con discapacidad y jubilados, y la afirmación del sistema democrático rechazando decretos autoritarios y la defensa de la moral pública, reponiendo la investigación del latrocinio presidencial de la cripto-estafa. En estos días, se multiplican los anuncios de remates precipitados de bienes del Estado para tapar algún agujero. Gracias a la Ley Bases (no olvidar a quienes la votaron) ofrecen la privatización de nuestras represas hidroeléctricas de Neuquén y de Río Negro: Alicurá, Chocón, Arroyito, Cerros Colorados y Piedra del Águila. Las mencionamos por su nombre, ya que no solo tienen una importancia estratégica para el país, sino que forman parte del acervo cultural de la Nación. Se proponen entregarlas a los pícaros de ocasión, por unos dólares que durarán lo que el humo de un cigarro.
Estos aconteceres demuestran que pese al desmesurado apoyo de Trump, del FMI y del establishment local y extranjero, algo huele muy mal en la comarca libertaria: cruje el modelo económico y el proyecto político.
El Presidente privilegia su compromiso con los mercados, de allí que le siga prometiendo a las corporaciones las reformas regresivas: laboral, tributaria y previsional, si la ciudadanía lo apoya en septiembre y octubre.
Esa subordinación irrestricta a los poderes locales y extranjeros, explica la determinación de exhibir públicamente su crueldad social. Su mensaje al establishment es claro: ¡estoy decidido a abandonar a los discapacitados y a los niños del Garrahan, pero a ustedes, señores del poder, no les fallaré, soy el garante político de sus intereses!
Por su parte, el conflicto social sigue en aumento. Distintas expresiones salieron a la calle a protestar fortalecidas por la acción del Parlamento a favor de sus demandas y luchas, y la observación clara de la descomposición del sistema de alianzas que sustentaba el gobierno para limitar el accionar parlamentario. Resuenan también las palabras del arzobispo de Buenos Aires en la homilía por San Cayetano: “todos somos custodios de la vida de los más pobres, de los más débiles, de los ancianos que siguen esperando una jubilación digna, somos custodios de los discapacitados y los que sufren”. El obispo señaló la “injusticia social” del gobierno en relación a las leyes vetadas. Cuestionó al gobierno del Macri porteño: “Los que revuelven la basura no lo hacen porque les gusta”. Se aprecia que la voz de la iglesia católica es cada vez más crítica al Gobierno y más cercana al creciente dolor de millones de seres humanos que este proyecto político condena al “descarte”, al decir de Francisco.
Ante la pérdida de legitimidad, el Presidente se aferra al “vetaré todo”. Ahora desde una victimización peligrosa, habla de desestabilización política. Algunos de sus cultores ideológicos, salieron con otra novedad: “somos los restauradores”. Si nos atenemos a los dichos presidenciales, deliran con restaurar los tiempos del fraude patriótico, del voto cantado, y con un Parlamento de élites aristocráticas. Claro que en ese esquema histórico, también rechazan a los liberales que instauraron la Ley 1420, la educación pública y la construcción de un Estado Nacional. Este proyecto político, anclado en Martínez de Hoz, Menem, Macri y Milei, es la cuarta vez que se aplica en Argentina y será la cuarta vez que fracase.
Ahora, la fuerza latente popular y democrática debe transformarse en militancia para llegar a millones de ciudadanos/ as que dudan sobre su voto. Todo lo demás son irrelevancias.