Recuperando soberanía cambiaria

11/01/2012

Por Carlos Heller - Diputado Nacional por el Bloque Nuevo Encuentro Popular y Solidario

Hace varios años que Argentina viene creciendo a tasas superiores al 8%, salvo en 2009, registra fundamentales económicos muy positivos en el plano fiscal y de comercio exterior, más un sistema financiero que viene creciendo a un ritmo significativo, con una solidez difícil de encontrar en la historia financiera argentina. En este entorno, comparar la situación actual con la crisis de 2001 no sólo resultaría anacrónico sino también un delirio.

Sin reparar el tal situación, a partir de la decisión de regularizar las operaciones cambiarias, muchos medios informativos utilizaron palabras propias del 2001, como “corralito verde” o “cerrojo cambiario” entre otros. Por ello este artículo comenzará con algunas comparaciones entre aquel aciago momento de finales de 2001 y la actualidad.

A diez años de 2001

En noviembre de 2001, los depósitos totales del sector privado en el sistema financiero estaban compuestos por $17.000 millones, convertibles en dólares en una relación 1 a 1, y por U$S 44.600 millones. Las Reservas Internacionales ascendían a U$S 17.900 millones, muy por debajo de los niveles de depósitos .

Además existía un fuerte descalce de monedas, principalmente porque gran parte de los préstamos en dólares estaba colocado en individuos y empresas que solamente recibían ingresos en pesos, lo cual generaba una altísima exposición de las variables financieras a una devaluación.

Hoy los depósitos en dólares llegan a los U$S 12.500 millones, y no pueden aplicarse a otro destino que no sean préstamos cuyos receptores tengan ingresos en dólares, los que ascienden a U$S 9.900 millones. Las Reservas Internacionales ascienden a U$S 46.000 millones, otorgando una holgada liquidez en dólares.

La mora en el sistema financiero en 2001 era del 14% y hoy llega al 1.4%.

El déficit fiscal luego del pago de intereses ascendía al 7.3% del PIB, y este año cerraría con un déficit de 0.6% del PIB.

El Producto Interno Bruto caía el 4.4% en 2001 y este año crecerá el 8.3%.

Los intereses de la deuda externa en 2001 representaban el 17% de los gastos totales, y eran pagados totalmente en dólares. En 2010 los intereses de la deuda representaron el 6% del gasto total, y menos de la mitad fue exigible en dólares.

Estos son sólo algunos datos puntuales, una foto que muestra la enorme distancia entre el fin de la Convertibilidad y la actualidad. Pero la gran diferencia con aquel entonces es la película, es decir, los resultados de los modelos aplicados, aquel del consenso de Washington que endeudó y empobreció al país, y éste que evidencia un fuerte crecimiento con mejora en la distribución del ingreso y en las condiciones sociales. Aquél que dejaba las decisiones económicas en manos de los mercados y se sujetaba a la aprobación del FMI, y éste en el cual el Estado recuperó sus atributos para dirigir la política económica y que es totalmente independiente de las decisiones del exterior.

La dolarización de activos

El fenómeno de dolarización obedece a cuestiones culturales fuertemente arraigadas en la sociedad argentina, y su intensificación se origina en el inicio de la crisis financiera internacional en septiembre de 2007.

En el primer semestre de 2007, la formación de activos externos generó una salida de sólo U$S 258 millones, teniendo en cuenta que en el período se registró un interesante ingreso de capitales; en el segundo semestre, la salida llegó a los U$S 8.621 millones, según datos del Balance Cambiario. A partir de ese momento, las salidas fueron significativas, y se intensificaron fuertemente en 2008 y en el actual año.

La formación de activos externos es la suma de dos componentes principales, las operaciones financieras del sector privado con el exterior, y la compra de divisas billete por parte de residentes. La compra de divisas alcanzó en los últimos años a más del 70% del total; son billetes que tienen por destino las cajas de seguridad, y en parte los depósitos en dólares en los bancos.

La normativa siempre ha sido generosa para la compra de dólares, permitiendo que cualquier persona pueda comprar hasta dos millones de dólares por mes, y no oponiendo objeción alguna a las operaciones de contado con liquidación, que implican la compra con pesos en el mercado local de títulos públicos en dólares que cotizan en mercados internacionales, para luego venderlos en esos mercados y quedarse con los dólares.

Por la dolarización de carteras, los fuertes ingresos provenientes del superávit comercial fueron prácticamente absorbidos por las compras de dólares: al 28 de octubre, las Reservas Internacionales cayeron respecto a inicios del año en U$S 4.600 millones, luego de haberse pagado más de U$S 7.600 millones de deuda externa a través del Fondea.

A partir de esta fecha se tomó una decisión importante, orientada a transparentar el mercado cambiario, consistente en que todo aquel que compre dólares debe demostrar que tiene fondos lícitos para realizar la operación; los límites no se modificaron. En el caso de las grandes operaciones, resulta un importante freno al lavado de dinero. En el caso de las pequeñas compras realizadas por los “coleros”, personas sin ingreso que compraban dólares al precio oficial para luego venderlos en el mercado informal, operaciones altamente especulativas, prácticamente desaparecieron.

Estas medidas reseñadas fueron el corolario de un paquete de disposiciones, que a mi entender incrementaron la soberanía del Estado en el mercado de divisas, entre las que se encuentran la obligación a las empresas hidrocarburíferas y mineras de liquidar en el mercado local la totalidad de sus exportaciones y la repatriación de las inversiones de las compañías de Seguros, entre otros.

Toda regulación estatal que se aplique activa automáticamente las alarmas de los cultores del pensamiento neoliberal, que vaticinaron todo tipo de dificultades y se pronunciaron en contra de las medidas.

En este entorno, comenzó un proceso de retiro de depósitos en dólares, ante la desconfianza de algunos inversores altamente sensibles. A medida que todos los inversores que retiraban sus depósitos obtenían sus billetes sin mayores problemas, esta salida de depósitos fue menguando paulatinamente.

Las cifras son las siguientes, contando desde el 31 de octubre. En la primer semana se retiraron 644 millones de dólares, en la segunda 1.046 millones, en la tercera 673 millones, y en la cuarta los depósitos se redujeron sólo 249 millones.

A esta resolución de las tensiones también abonó el BCRA con diversas medidas, pero especialmente con un eficiente manejo de la flotación cambiaria, lo cual generó un claro mensaje: el valor del dólar no lo determinará el mercado, sino la autoridad monetaria. Esta actitud es coherente con la idea que las Reservas Internacionales están para ser usadas en forma eficiente, y si bien importa el stock total de las mismas, su utilización eficaz es igual de importante.

Otro de los temas para reflexionar a partir de estos sucesos, es que, mientras las Reservas Internacionales bajaron U$S 4.600 millones al 28 de octubre, la Base Monetaria creció $ 26.400 en ese período, evitándose el efecto contractivo que hubiese significado mantener una determinada relación Reservas / Base Monetaria como aconsejan varios economistas neoliberales. Cabe aclarar que esta relación no es más que un resabio de la Convertibilidad, aunque aún persiste en algún cuerpo normativo, como en la definición de Reservas de Libre Disponibilidad para el pago de deuda externa, un concepto que habría que rever.

Si bien la fortaleza de la economía y de las variables financieras permitió que las tensiones derivadas de la dolarización de activos se solucionaran en forma rápida y sin mayores efectos negativos, persiste uno de ellos, que es la suba de las tasas de interés.

Esta suba se produjo tanto por la mayor competencia de los bancos para captar depósitos en pesos, como por la decisión de la Anses de no renovar los depósitos del FGS en los bancos privados. Si bien la Anses revió la medida luego de algo más de un mes, las tasas ya habían saltado a más del 20 % para las operaciones mayoristas.

Esta suba en las tasas por depósitos, arrastra a las tasas por préstamos, que incrementan los costos de financiamiento de las personas, y especialmente de las pymes, con su negativo efecto sobre la producción.

Si bien se logró estabilizar la tasa mayorista en el 20% anual, es un valor mucho más alto del que beneficiaría al modelo; la reducción de este nivel es una tarea pendiente que habrá que resolver en los próximos meses.

Como síntesis, podemos decir que la contundente realidad de solidez económica y financiera, junto con las decididas medidas del gobierno, fueron mucho más fuertes que las presiones especulativas. De todas formas, éste episodio nos alerta sobre la necesidad de aplicar la “sintonía fina”, junto con otras decisiones estructurales, entre ellas el reemplazo de la actual ley se entidades financieras y la modificación de la Carta Orgánica del BCRA, para que ayuden a fortalecer y profundizar este modelo que obtuvo un contundente respaldo en las urnas.