Argentina y Turquía: tan iguales y tan distintas

19/08/2018

Nuestras Voces | Opinión

Por Carlos Heller

turquia

Hay una llamativa coincidencia entre Turquía y la Argentina: la simultaneidad y grado de sus tensiones cambiarias. Turquía y Argentina tuvieron su crisis del 2001 cuando debieron abandonar de forma abrupta sus regímenes de tipo de cambio fijo y enfrentar una fuerte devaluación de sus monedas, tras haber fracasado los programas implementados por el FMI. 17 años después, las tensiones cambiarias vuelven a golpear a ambas economías.

Hay elementos históricos, culturales, políticos, geopolíticos, y hasta de estructura de sus economías que diferencian a los dos países. Los caminos elegidos recientemente por ambos gobiernos también difieren entre sí. Son radicalmente opuestos: uno liberaliza la economía, acude al Fondo, sube las tasas y profundiza el ajuste. El otro mantiene las tasas, busca fortalecer su mercado interno, establece control de capitales y rechaza un acuerdo con el Fondo ([1]).

El escenario internacional se ha enrarecido con las disputas proteccionistas selectivas que plantea Donald Trump. Como es sabido, ante la incertidumbre, los capitales le escapan al riesgo, dolarizan sus activos y salen de los países emergentes, que ven caer el precio de sus bonos soberanos y las acciones de sus empresas. Sin embargo, dicho efecto golpea más a unos países que a otros. La lira turca se desplomó un 20% en una jornada, después de haber perdido un 5% en los días previos. Turquía se encuentra en la mira de Trump, quien ha descargado una batalla de tuits y aranceles. Distinto es el caso de Argentina, que es considerada cercana a Washington. Pero nuestro país también sufrió devaluaciones de su moneda, una importante baja de sus bonos y una fuerte caída de las acciones de grandes empresas argentinas que cotizan en EEUU. El riesgo país alcanzó un nuevo récord superando largamente el nivel que había dejado CFK tras enfrentar a los fondos buitre y haber consumado un sistema de regulación de la economía nacional.

Turquía y Argentina tienen en común un déficit de cuenta corriente de entre el 5% y el 6% del PBI. La agencia Bloomberg ha publicado una especie de ranking con cinco indicadores clave sobre vulnerabilidad de las economías titulado “¿Quién es el próximo?”. Allí aparece primero Turquía, y en segundo lugar la Argentina. Algunos valores están desactualizados, sino Argentina desplazaría a Turquía del primer puesto.

El gobierno turco se ha negado a firmar un acuerdo con el FMI, el cual considera violatorio de su soberanía. En tal sentido, el gobierno llamó a una resistencia popular contra el dólar y acompañó las declaraciones con medidas concretas. El Banco Central turco anunció la inyección de U$S 6.000 millones en su sistema financiero para frenar la caída de la lira. Además, la autoridad monetaria redujo los requerimientos de encajes de los bancos para mejorar la liquidez del sistema financiero y estabilizar el valor de la moneda. Y se limitaron las transacciones de los bancos turcos con inversionistas extranjeros al 50% del capital. El Presidente se opone a la suba de tasas de interés llegando a decir que “las tasas de interés deberían mantenerse al mínimo porque son una herramienta de explotación que empobrece a los pobres y enriquece a los ricos”. No obstante, el FMI presiona para una generalizada suba de tasas de interés.

En cambio, Argentina liberalizó todo lo que pudo: eliminó controles cambiarios, quitó los controles de capitales, suprimió el plazo para liquidar exportaciones, redujo y hasta eliminó retenciones, liberalizó el precio interno de las naftas, y dispuso como meta de gobierno que las tarifas de los servicios públicos sean progresivamente asumidas por los usuarios (previo aumento de la rentabilidad de las empresas prestadoras), entre otras medidas. Ante las tensiones cambiarias de abril y mayo, el gobierno recurrió al FMI con el argumento de fortalecer la confianza de los inversores en la economía argentina. El préstamo acordado fue presentado como el crédito más grande en la historia del FMI. Un mes y medio después podemos decir que acaso también sea el waiver (pedido de perdón) más rápido de la historia del FMI.

Las recientes medidas financieras adoptadas por Argentina incluyeron la elevación de la tasa de interés de referencia del 40% al 45%, la modificación del mecanismo de subasta de dólares –que hasta ahora venía haciendo el Tesoro– quedando a criterio del BCRA, y la aceleración en la cancelación de las Lebac, tal como sugiere el acuerdo con el FMI. Esta última política fue celebrada desde Washington por el vocero del Fondo, Gerry Rice.

A través de decretos y resoluciones, el gobierno argentino profundizó el ajuste por más de $ 65.000 millones hasta fines de 2019. Entre las medidas, sobresale la suspensión por seis meses de la baja de retenciones para aceites y harinas de soja, la eliminación del Fondo Federal Solidario([2]), y la reducción de los pagos en concepto de reintegros a la exportación. Es el ajuste permanente, pero selectivo, como en el caso de la soja que no cae sobre la oleaginosa sino sobre su valor agregado, fomentando la reprimarización de la economía.

La economía argentina no está dando los resultados vaticinados por el “shock de confianza” que supuso el acuerdo con el Fondo y la calificación de país emergente. El presidente Macri dijo: “No pasa nada, tranquilos”, pero según la consultora D´Alessio IROL, para el 85% de los argentinos la economía está en su peor momento en dos años. En junio la industria sólo utilizó 61,8% de su capacidad instalada. Implica una caída de casi 8% respecto a junio de 2017.

Según el Gobierno, la estrategia para intentar lograr el crecimiento no pasa por fomentar el consumo a través de mejoras en el poder adquisitivo de la población –de hecho viene erosionando los ingresos de los trabajadores y jubilados–, sino que dice centrar sus políticas en las exportaciones y la inversión. Es probable que las ventas externas vayan a rebotar el año que viene porque éste las golpeó la sequía, pero la reducción de los reintegros a las exportaciones no parece una medida orientada a fomentarlas. Una mejora respecto a un año malo es lo que se conoce como rebote estadístico. Donde muy probablemente no habrá rebote es en la industria. Además, con casi el 40% de capacidad ociosa en las fábricas, la inversión real no tiene espacio para aparecer.

Por otro lado, con un riesgo país rondando los 700 puntos tampoco va a aparecer el crédito exterior. Suponiendo que Argentina cumple todo lo firmado con el FMI y termina de recibir los U$S 50.000 millones (aproximadamente el 8% del PBI), éste aún sería un monto insuficiente, ya que equivale a 30 meses de vencimientos de capital, y a éstos hay que sumarles el déficit de la cuenta corriente (incluido el pago por intereses de la deuda) y la fuga de capitales. Hasta ahora, y en un contexto de mercados financieros externos cerrados para la Argentina, solo se conoce una respuesta oficial a ese problema: el gobierno continuará profundizando el ajuste por vía de reducción de gastos y de una fuerte recesión.

[1] En 2002 obtuvo un Stand By por U$S 12.800 millones, pero ya lo canceló.

[2] Fondo Federal Solidario fue creado en 2009 para otorgar financiamiento a las provincias y municipios para obras de infraestructura. Los recursos equivalen al 30% de los derechos de exportación del complejo sojero.

 

Nota publicada en Nuestras Voces el 19/08/2018