Cacerolas, de Caracas a Buenos Aires

19/04/2013

Tiempo Argentino l

Las derechas de nuestra América en su plan de acoso y desestabilización intentan ganar las calles con campañas de miedo.

Por Juan Carlos Junio

Telesur reveló, en estos días agitados, diversas filmaciones sobre hechos ocurridos durante el golpe de Estado de abril de 2002 en Venezuela, finalmente abortado por la enorme movilización popular que repuso a Hugo Rafael Chávez Frías en el Palacio de Miraflores.

Uno de los acontecimientos más impactantes de aquellos días fue el ataque a la Embajada de Cuba ocurrido el 12 de abril de 2002, cuando fue rodeada por rabiosos manifestantes que cortaron la luz y el agua, al tiempo que una patota literalmente asaltó el predio. Quien en aquellas circunstancias encabezó esa verdadera invasión a un territorio que es oficialmente parte de la Isla, fue nada menos que Henrique Capriles Radonski. Dadas las evidencias plasmadas en imágenes, en ocasión de la campaña de octubre de 2012, la joven promesa derechista venezolana dijo que aquello fue, en todo caso, un pecado de juventud.

Aquel golpe brevísimo demostró la verdadera ideología de la derecha venezolana: disolvió los poderes representativos del Estado, informó que la República Bolivariana de Venezuela no sería ya Bolivariana, conformó grupos violentos que produjeron crímenes contra la vida, la libertad y la integridad física de funcionarios y militantes chavistas y decretó la muerte de la Constitución plebiscitada por el voto popular. Ironías de la realidad, esa misma derecha negadora del legado bolivariano le puso al comando de campaña de la elección de abril de 2013 nada menos que "Simón Bolívar", con el fin de mimetizarse para contactar con los núcleos sociales del pueblo que simpatizan con el chavismo.

En ocasión de la reciente y reiterada derrota de esta derecha profundamente antidemocrática –esta vez por escaso margen– su principal candidato se negó a aceptar el pronunciamiento popular, y convocó irresponsablemente a acciones callejeras violentas que provocaron muertes, así como el incendio de locales del Partido Socialista Unido Venezolano (PSUV) y de otras organizaciones sociales.

Si nos acercamos a nuestro país, también observamos que en una reciente asamblea de productores en Santa Fe estalló la mecha del odio. La Mesa de Enlace, organización de intereses agrarios ligados predominantemente a la exportación cuya hegemonía ideológica y táctica ejerce la Sociedad Rural, promueve encuentros enmarcados en un clima político a partir del cual uno de los asistentes dijo: "Esto no lo vamos a cambiar negociando. En nuestra zona (norte de Santa Fe), los productores están dispuestos a que esta porquería que está en el gobierno se vaya a patadas... Hay muchos métodos psicológicos y de acción que se pueden implementar para destituir y hacer desaparecer a toda esta gente, porque no es una institución el problema, el problema es la gente que está dentro del gobierno". Semejantes expresiones inadmisibles resultan el corolario lógico de una labor articulada y persistente de deslegitimación, por parte del discurso hegemónico, contra el proyecto político kirchnerista, que fue refrendado por amplísimas mayorías populares en las últimas elecciones hace sólo un año y medio. Con argumentos conservadores, en el mismo encuentro se justificó la resistencia a cualquier cambio de signo democratizador: "El gobierno va por más y va a ir por mucho más. ¿Saben qué? Lo más peligroso que tenemos ahora es este tema judicial. Y cuando se cambie el espíritu de la Constitución, va a entrar parte del chavismo, del marxismo y ese maldito progresismo que todavía no sabemos qué es." Y hubo más todavía: "Hagamos un frente común para frenar esto, porque estos son peores que Chávez. Por lo menos, Chávez está muerto, pero esta gente está viva", completó un productor.

El mérito de estos exponentes de la negación más brutal de la convivencia y la democracia, es que dicen crudamente lo que los grandes bonetes de la derecha mundial, que se reunieron recientemente en Rosario y en Buenos Aires, no se atreven a manifestar. Ellos lo dicen con eufemismos y giros más literarios, tratando de velar su ideología ultra conservadora, que tiene por meta que en América se restaure el mundo de Thatcher, Reagan y Menem, que llevó a nuestras naciones y pueblos a la pérdida de la soberanía y a grandes penurias por la pobreza, la desocupación y la destrucción del tejido social. Sin embargo, esta internacional del odio protagonizada por José María Aznar, Mario Vargas Llosa y, por supuesto, por Mauricio Macri, pasó sin pena ni gloria a pesar del gran apoyo de los medios monopólicos de comunicación.

En su plan de acoso y desestabilización para frenar el avance de nuestros gobiernos populares, intentan ganar las calles con cacerolas, campañas de miedo, desabastecimiento, aumentos desmesurados de precios, operaciones mediáticas escandalosas y otras formas, para generar desconcierto en la población. Todo este combo forma parte de una estrategia que también es la de siempre. Se trata de acosar a las democracias americanas que ya no aceptan el orden político y social que dictan el Imperio y las burguesías locales, intentando lograr consenso social para derrotarlo. Si esa táctica no tiene éxito, se activa la conspirativa, ahora con métodos más sofisticados que tienen como ariete principal a los grandes medios de comunicación, mutados a medios de dominación política y cultural.

El escenario abierto por la partida del presidente Hugo Chávez Frías ha generado, además del duelo profundo en millones y millones de personas honestas en todo el mundo, el portentoso desafío de consolidar el proceso de unidad de pueblos y gobiernos de América. Ser fiel a su proyecto –que es nuestro– es sin dudas el mejor modo de honrar su memoria y hacer efectivo su legado.