Economía electoral

07/06/2019
Urna via Nodal

Nodal | Opinión

Por Carlos Heller

En el marco de las elecciones presidenciales que tendrán lugar a fines de octubre en Argentina, el oficialismo intenta reaccionar ante una proyección electoral completamente distinta a la que enfrentó en las elecciones legislativas en 2017.

Fue justamente unos meses luego de esas elecciones, el 28 de diciembre de 2017, cuando el equipo económico de Cambiemos, la alianza que llevó a Macri a la presidencia, anunció el corrimiento de las metas de inflación. Un objetivo de política económica que aún estaba vigente y que tiempo después, al no haberse cumplido reiteradas veces, se eliminó.

Pero más allá de la “recalibración” de las metas que se anunciaba ese año y que, dicho sea de paso, se encontraba en las antípodas de lo que realmente ocurrió, lo interesante son los buenos augurios que manifestó allí el jefe de gabinete de ministros, Marcos Peña: “La economía volvió a crecer en forma sustentable y sana”. a lo que agregó: “vamos a tener otro año de crecimiento en 2017 y auguramos un sendero de crecimiento en los próximos años”. En materia de inflación señaló que “el 2017 fue un año importante donde se consolidó un sendero de baja” y ratificó la decisión del gobierno de trabajar en la reducción del costo de vida.

La realidad se encargó de contradecir cada una de sus palabras. El PIB argentino se redujo un 2,5% en 2018 y se estima una caída para 2019 que estará entre 1,5 y 1,8%. De las variables económicas, no es posible encontrar una que haya mostrado variaciones positivas. La gran mayoría de los sectores productivos presentó caídas en su actividad. La industria manufacturera en particular ya lleva cuatro trimestres en baja y su capacidad instalada ociosa ya llegó a los mismos niveles que se registraron en 2002, año muy afectado por la crisis de la caída de la Convertibilidad.

La actividad de la construcción, uno de los pilares en los que se basó la efímera recomposición de la actividad en 2017, tampoco muestra signos de reversión de su caída, que comenzó en septiembre de 2018. Finalmente, las fuertes mermas en otras actividades relacionadas con el mercado interno como el comercio y el sector transporte, no hacen más que reflejar la reducción de ingresos reales de la población.

El único sector con alguna mejora, el agropecuario, que ostenta una cosecha récord de granos y contrasta con la pobre producción del año pasado luego de una fuerte sequía, no llega a compensar la caída del resto de los sectores económicos. Además, sus resultados se verán atenuados por la baja del precio internacional del principal grano de exportación argentino: la soja.

Endeudamiento y fuga

La otra cara de las consecuencias del modelo económico imperante en Argentina es el abrupto y profundo endeudamiento público. En los tres años y medio de gestión macrista, la vulnerabilidad externa de la economía se amplió como consecuencia de varias políticas aplicadas. La principal fue la desregulación del mercado de capitales que llevó a una extrema volatilidad por el ingreso de capitales especulativos en busca de jugosas ganancias a partir del ya famoso “carry trade”. Por otro lado, una importante fuga de capitales, que fue financiada principalmente con el ingreso de dólares provenientes del préstamo del FMI.

De hecho, la fuga se ha convertido en la principal fuente de restricción externa, ya que los dólares necesarios para importar bienes y servicios cada vez son menos: sólo en el primer trimestre de 2019 las compras al exterior cayeron un 28% interanual, consecuencia de la recesión de la economía argentina.

Los números de la fuga muestran que desde diciembre de 2015, cuando comenzó la gestión de Macri, hasta abril del corriente año, se fueron más de 68.000 millones de dólares. Una situación que dista mucho del escenario que describía el presidente Macri hace tan solo un año y medio atrás en la apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación. En esa oportunidad, sus palabras fueron: “vamos a dejar de endeudarnos y se van a multiplicar las inversiones”. De hecho, el nivel de inversión extranjera directa (IED), es decir, lo invertido en la economía real, se mantuvo desde el inicio de su gestión en un valor promedio de 214 millones de dólares mensuales, es prácticamente el mismo nivel que se recibió, en promedio, durante los ocho años del anterior gobierno.

Mientras tanto, en un intento de crear una falsa expectativa de mejora en la coyuntura local, se lanzaron programas de aparente fomento al deprimido consumo interno y de contención de algunas variables macroeconómicas. Al efímero acuerdo de precios de productos esenciales y congelamiento de tarifas transitorio ya analizados en mi anterior columna, ahora se suma el relanzamiento, sólo para algunos productos, del “Plan Ahora 12”: financiación en 12 meses con un interés del 20%. Un rendimiento que resulta conveniente si se lo compara con la tasa de referencia que se encuentra en el 70%, y con una inflación en torno al 55% anual. Una herramienta criticada por los funcionarios del actual gobierno cuando aún eran candidatos. Claro que, al igual que el resto de los programas, tiene un límite de tiempo, en este caso hasta diciembre.

Otro incentivo estuvo dirigido al sector automotor, el cual viene registrando un fortísimo retroceso: los patentamientos de vehículos llevan tres trimestres de caídas interanuales, habiendo sido del 50% en el primer trimestre de este año. Por su parte, la producción automotriz evidenció una caída del 35% interanual en el mes de mayo de este año. El gobierno, entonces, entregará un monto fijo de bonificación que variará de acuerdo al valor de la unidad: se espera reactivar las ventas.

Este cuadro se completa con la situación que vive la ciudadanía argentina que sufre las consecuencias del modelo aplicado por el gobierno actual, luego de reiteradas promesas del tipo de “lo peor ya pasó” o “con el esfuerzo personal nos va a ir bien a todos”. Es de esperar que la mayor parte de la población perciba cada vez con más fuerza que la única salida es la instauración de un nuevo proyecto de gobierno que esté en las antípodas de lo plasmado desde diciembre 2015 por la administración de Mauricio Macri. A través de su voto, los argentinos y las argentinas tendrán la posibilidad de aportar a la construcción de un proyecto de gobierno que tenga como eje principal el desarrollo inclusivo y justo. Algo que, ya quedó bien demostrado, no se encuentra en la agenda del gobierno actual.

Nota publicada en Nodal el 07/06/2019