Es la naturaleza del modelo

06/07/2025
Caputo en reunión de IAE

Tiempo Argentino | Opinión

Por Carlos Heller

En los primeros días de la semana se registró una importante volatilidad cambiaria. De manera simultánea, el ministro de Economía, Luis Caputo, trató de refutar a quienes sostienen que el dólar está atrasado y señaló: “Comprá, no te la pierdas campeón”.

Unos días antes se había publicado un informe del JP Morgan, titulado: “Tomando un respiro”, donde se destacan los desbalances externos que tiene la economía argentina en el marco de las políticas actuales. Fue un consejo para sus clientes: deshacer posiciones en la bicicleta financiera (carry trade), es decir, vender Lecaps y pasarse a dólares.

En este escenario, el gobierno presentó el Informe de Avance sobre la elaboración del Proyecto de Ley de Presupuesto 2026, que contiene las previsiones para 2025, año que se cursa sin Presupuesto por decisión del oficialismo. Allí quedan expuestas algunas de las debilidades del frente externo.

Según los pronósticos del Poder Ejecutivo, el tipo de cambio se ubicará a fin de año en $ 1229, una suba anual del 20,4%, por debajo de la inflación, lo cual reduce aún más la competitividad. Quiere decir que la producción y el empleo local seguirán viéndose afectados. Llama la atención que el valor proyectado para el dólar a fin de año sea inferior al verificado este viernes último.

Interesa ver qué ocurrirá, desde la visión de la actual gestión, en 2025 con la balanza de bienes y servicios. Las exportaciones aumentarían un 3,8%, mientras que las importaciones saltarán un 19,6%, lo cual indica un achicamiento del saldo, que para el gobierno sería de U$S 4913 millones en el año, muy lejos de los U$S 16.901 millones de 2024, un síntoma del deterioro de las cuentas externas.

Respecto de la inflación, para este año se prevé un incremento punta a punta del IPC del 22,7 por ciento. Para llegar al mismo, la inflación promedio debiera ser muy cercana al 1,0% mensual en el segundo semestre, un valor que se presenta difícil de alcanzar.

No hay que perder de vista que para el 2026 no se entregaron proyecciones del tipo de cambio ni del aumento de los precios. Una omisión llamativa, teniendo en cuenta la insistencia de la administración nacional y sus funcionarios en que lograrán el objetivo de “inflación cero”, algo que por cierto no persigue ningún otro gobierno del mundo, por sus implicancias negativas en términos productivos y sociales.

En cuanto al PIB, para 2025 se estima un aumento del 5,5%, basado principalmente en una evolución del consumo privado del 7,2 por ciento. Resulta difícil entender cómo el consumo se recuperaría en tal magnitud. De hecho, en mi anterior columna comenté que el salario real registrado hasta abril, último dato, venía cayendo y que el desempleo crecía en el primer trimestre.

Para 2026, en tanto, “se prevé continuar en la senda del equilibrio fiscal con la finalidad de corregir de forma definitiva los desajustes estructurales y consolidar un entorno de estabilidad macroeconómica”. También se declama que se “identificó una estructura estatal sobredimensionada, caracterizada por la superposición de funciones y escasa eficiencia operativa, además de una ausencia en los controles sobre cumplimientos y procesos”. Y que “frente a este diagnóstico, se impulsó un proceso de racionalización del Estado”.

Frases que resumen que el ajuste no termina si no hay resistencia de los ajustados, algo que siempre he sostenido, dado que el mismo está en la naturaleza de este modelo.

 

Estado, mercado y matriz distributiva

Complementando el informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) que comenté la semana pasada, y que da cuenta de la fortísima concentración de la riqueza en nuestro país, una nueva publicación de la ONG Oxfam alerta sobre este fenómeno a nivel global.

En el texto se señala que “la riqueza del 1% más rico se ha incrementado en más de 33,9 billones de dólares en términos reales desde 2015. Con esta cantidad se podría poner fin a la pobreza anual 22 veces”. Para tener una dimensión de la riqueza que posee este muy pequeño porcentaje de población mundial (3.000 milmillonarios), Oxfam afirma que su fortuna “se ha disparado en 6,5 billones en términos reales desde 2015, y equivale ya al 14,6% del PIB mundial”.

Oxfam hace alusión también al “fracaso de un modelo de financiación del desarrollo” lo que, entre otras cuestiones, se refleja en que “el 60% de los países de renta baja está al borde de una crisis de deuda, obligando a los países más pobres a destinar muchos más recursos a pagar los intereses a acreedores ricos que a invertir en educación o sanidad pública”. Lejos de todo derrame de riqueza.

Estos datos se vienen repitiendo año tras año y ratifican que cuando se corre el Estado prevalece el mercado, y entonces la concentración de la riqueza en pocas manos no hace otra cosa que aumentar.

Según Oxfam, “los gobiernos deben rechazar la idea de la financiación privada como «panacea» para financiar el desarrollo (…) y apostar por un modelo de desarrollo desde lo público para garantizar servicios universales y de calidad en salud, educación y cuidados, y en bienes públicos en sectores como la energía y el transporte”.

 

Amenazas a la integración regional

También en la semana se desarrolló la cumbre del Mercosur en Buenos Aires, en la que Javier Milei traspasó su presidencia pro tempore al mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Los discursos, como era esperable, estuvieron marcados por grandes diferencias ideológicas.

Con el sello de las políticas de “libre comercio” que intenta instalar su gobierno, Milei señaló: “la barrera que levantamos para protegernos comercialmente terminó excluyéndonos”, y reclamó avanzar hacia “un esquema comercial y regulatorio mucho más libre”. Culminó con una especie de advertencia en la que condicionó la permanencia de Argentina en el bloque a la adopción de las “reformas pro libertad comercial” que, según considera, el Mercosur “necesita”.

Por su parte, el presidente brasileño se encargó de dejar en claro en su intervención que “toda Sudamérica se ha convertido en un área de libre comercio basada en reglas claras y equilibradas”. “Nos enfrentaremos al desafío de proteger nuestro espacio de autonomía en un contexto cada vez más polarizado”, subrayó el mandatario, dejando en claro una postura regionalista y de negociación en bloque con el resto del mundo.

Las estadísticas oficiales del comercio exterior hablan por sí mismas respecto de la necesidad de cuidar y mantener la presencia en el bloque. En 2024, más del 20% de las exportaciones y el 30% de nuestras importaciones se efectuaron con el Mercosur, porcentajes significativos a tener en cuenta. Respecto a otros bloques como el USMCA (Estados Unidos, México y Canadá) los envíos constituyeron el 10% y las compras el 13%, mientras que con la Unión Europea esos porcentajes fueron del 10% y 15%, respectivamente. Además, en el intercambio con Brasil en particular, se destacan los productos con valor agregado como lo son las Manufacturas de Origen Industrial (MOI): en el período analizado se exportó casi el 40% de las MOI argentinas a ese país.

Es lamentable que, en un contexto mundial donde, en la actualidad, la mayoría de los países aplican herramientas proteccionistas (y uno de los mayores exponentes es Estados Unidos), el gobierno argentino no duda en avanzar con políticas de liberalización comercial y financiera que generan el cierre de pymes, destruyen el empleo local y fomentan la salida de divisas.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 06/07/2025