Falacia de la década perdida

10/02/2019
CFK Macri

Página/12 | Opinión

Por Carlos Heller

Cada vez es más habitual encontrar distintos economistas que plantean que Argentina acaba de transitar por una década perdida, utilizando la calificación que la Cepal adjudicó a América latina para los ochenta. El argumento disparador sostiene que desde el 2007 a la fecha el PIB per cápita prácticamente no ha crecido, y por lo tanto la economía se encuentra estancada.

Estos comentarios poseen una profunda raigambre conservadora: sostener que la economía evoluciona independientemente de los gobiernos de turno, y que también sería autónoma de los modelos aplicados. Más hacia la cuestión política, es también una forma de indicar que durante la gestión de Cristina Kirchner no se creció.

El enfoque es totalmente erróneo, en especial el del PIB per cápita: es sabido que es un muy mal indicador de progreso, pues oculta la distribución del ingreso, una cuestión más que importante. Con los datos de Arriazu Macroanalistas (El Cronista, del 5 de febrero), se constata que entre 2007 y 2018 el PIB per cápita creció sólo un 1,7 por ciento. Pero en el período 2007 a 2015 dicho indicador creció un 6,3 por ciento, mientras que entre 2015 y 2018 cayó un 4,3. Más que elocuente.

Una cuestión que no puede pasarse por alto es que en la gestión anterior no había deuda ni condicionantes con el FMI, mientras que en el período de Mauricio Macri volvió la condicionalidad, y la deuda con el organismo llegará a la friolera de 51.600 millones de dólares (si el gobierno cumple las metas y se desembolsa lo prometido). Quedaría un financiamiento de 3.900 millones de dólares para todo 2020 y de 1.900 millones para 2021.

Entre 2012 y 2014 la actividad manufacturera tuvo dos recaídas. En esos tres años cayó el 6,4 por ciento según el EMAE del Indec, mientras que en el mismo período el empleo manufacturero creció un 0,9 por ciento. Durante los tres años de Macri, la actividad manufacturera cayó el 5,9 por ciento, mientras que el empleo en el sector disminuyó un 6,8. Clara diferencia de modelos. 

A nivel del total de la economía y considerando los años de recesión, mientras que en 2012 y 2014 el desempleo rondó el 7,5 por ciento, en 2016 se ubicó en el 8,5 y en 2018 en el 9,0 por ciento, siempre medido para el tercer trimestre de cada año. 

Podemos continuar con gran cantidad de datos, por ejemplo el crecimiento de la deuda pública externa, pero no es cuestión de saturar, porque los guarismos no son los que definen, sino las políticas que determinan los números.

Otra gran diferencia es que durante el período de Cristina Kirchner volvieron a la órbita pública varias empresas de servicios y el sistema previsional, mientras que la orientación principal de la gestión de Cambiemos es volver atrás a partir de la privatización de estas empresas y prestaciones, aunque el oficialismo no lo exprese explícitamente. 

En los ejemplos dados, es claro que la gran discrepancia corresponde a la participación del Estado, ya sea garantizando el trabajo con subsidios a las empresas, incrementando el salario real y fomentando el mercado interno, o protegiendo a la industria, en especial de las importaciones de bienes que se fabrican en el país.

El mercado interno se defendió también con la inclusión de cerca de tres millones de jubilados que pudieron acceder a los beneficios gracias a las moratorias, y también con la incorporación de la AUH y otras tantas prestaciones sociales. 

Otro importante contraste: los primeros ocho años de esa hipotética década que se iniciaría en 2007 fueron determinados por la continuidad del incremento de los derechos económicos de las personas. A partir de 2015 esos derechos han comenzado a ser afectados: apoyado en el FMI, el gobierno macrista intenta reducirlos, en especial con los cambios esperados en la seguridad social, que terminarán empobreciendo a los jubilados. 

Entender que los resultados de la economía se originan en las políticas aplicadas es esencial a la hora de votar. Hay que apelar a la memoria sobre los resultados de las políticas de ajuste, las secuelas de los condicionantes del FMI, así como también sobre las promesas incumplidas.

Nota publicada en Página/12 el 10/02/2019