Fortalecer la unidad para combatir la inflación

27/03/2022
Maiz de exportación

Tiempo Argentino | Opinión

Por Carlos Heller

El gobierno nacional continúa avanzando con una serie de medidas que apuntan a retrotraer los valores de los alimentos esenciales, ante la disparada que mostraron en las últimas dos semanas. En la génesis del proceso está el comportamiento de los formadores de precios, que para incrementar sus márgenes de ganancia tratan de aprovechar la extraordinaria suba de los precios internacionales de las materias primas producto de la guerra.

En el caso del trigo, se alcanzan valores no vistos al menos en los últimos 40 años y los contratos de futuros (a mayo) ya subieron cerca del 23% en el último mes. Esto afecta directamente el valor de productos esenciales como el pan, los fideos, y todo un conjunto de derivados. El gobierno no puede quedar al margen, y el desacople se vuelve más que necesario, ya que definitivamente el país está quedando preso de sus propias ventajas.

Para intentar aminorar los efectos sobre el poder adquisitivo de las familias, el gobierno avanzó con la creación del Fondo Estabilizador del Trigo, que se financiará con la suba de las retenciones al aceite y la harina de soja, las cuales pasaron del 31 al 33%, retornando a la alícuota que regía al finalizar el mandato de Mauricio Macri. Estos recursos serán destinados a subsidiar la harina industrial, fijándose un precio para la tonelada de trigo con destino al mercado interno. Se apunta a que el pan llegue al consumidor final con un valor de entre 220 y 270 pesos el kilo, y no a los 320 pesos que llegó a venderse en el AMBA.

Según información de la Secretaría de Comercio Interior, los molineros elevaron el precio de la bolsa de harina de 25 kilos de 1.300 a 1.900 pesos alegando que no había trigo, mientras acopiaban en sus molinos 1.100.000 toneladas de trigo. No entregaban trigo, subían el precio y estrangulaban el abastecimiento de harina.

Se produjo también un incumplimiento de las pautas de Precios Cuidados para 580 productos en un rango promedio, que superó el tope acordado en más del 14%. En este marco el gobierno identificó y denunció el comportamiento especulativo de 12 empresas que no cumplieron con el programa acordado tiempo atrás.

Según el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, “hubo un ataque especulativo con un conjunto de precios alimenticios cuyas subas fueron inexplicables, fuera de cualquier tipo de pauta acordada”, e instó a la cadena alimenticia a rebajarlos a más tardar hasta el lunes próximo. Ante la posibilidad de aplicar legítimamente la Ley de Abastecimiento, las grandes empresas amenazaron con judicializar la medida y señalaron que “si esto sigue así, los focos de manifestaciones del campo se van a convertir en una gran movilización, con protestas en las grandes ciudades del país”, incluida Buenos Aires. La presión de estos conglomerados está siempre presente, sin considerar la importancia de lo que se juega para grandes sectores de la población: el acceso a los alimentos más esenciales.

También se trabaja para que a partir del 7 de abril estén actualizados los Precios Cuidados (más de 1.300 productos) y para que haya una canasta acotada de 60 productos para los comercios de cercanía, como almacenes, supermercados chinos y autoservicios de barrio.

Desde otro punto de vista, el comportamiento especulativo de ciertos sectores fue bien sintetizado por el presidente del BCRA, Miguel Pesce: «Necesitamos que las empresas de consumo masivo respondan a los tirones (impulsos) de la demanda agregada por los resultados de las paritarias y las políticas públicas, con más producción y no con más aumentos de precios». Aún hay capacidad ociosa en las industrias, se necesita que se produzca más y también garantizar el abastecimiento del mercado interno a precios acordes a la realidad local.

Estoy convencido de que la puja distributiva y las expectativas son hoy en día el combustible que hace funcionar a la locomotora de la inflación. Esto es lo que debería modificarse: los grandes grupos económicos queriendo maximizar sus ganancias y la generación de la expectativa del «por las dudas» que hace que todo se remarque.

Proyectos antagónicos

La conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia invita, una vez más, a hacer un llamado a la reflexión para todos y todas. La dictadura cívico-militar, que usurpó el poder en nuestro país en 1976, dejó una huella imborrable. No sólo por las víctimas del genocidio, que aún siguen doliendo fuerte. También porque se apuntó a instalar un modelo profundamente regresivo, que modificó las relaciones de producción, la inserción internacional y la economía en general. Con la consigna de «Achicar el Estado es agrandar la Nación», se trató de reducir al máximo los resortes del Estado para regular la economía y se puso al Estado al servicio de los grandes grupos de poder económico de nuestro país.

Fue en la dictadura cuando comenzó el proceso de endeudamiento y la posterior estatización de la deuda privada y, a pesar de la reducción durante los gobiernos kirchneristas de las deudas heredadas, ahora nuevamente hay que lidiar con la hipoteca que dejó el gobierno de Mauricio Macri.

Entre el funesto pasado de la dictadura y los tiempos que corren hay muchos puntos de coincidencia en términos económicos. Se habla de un «Estado inoperante», «ineficiente»; y en los extremos hasta de «la casta política». El expresidente Macri acaba de decir que hay que privatizar Aerolíneas y bajar impuestos, el mismo discurso de siempre.

Los dos proyectos antagónicos siguen ahí, están más que claros. Es por ello que, más allá de los matices, considero que la prioridad, hoy más que nunca, pasa por preservar la unidad del Frente de Todos, porque lo que está en juego es enormemente trascendente. La unidad debería ser un valor superior, asumiendo que la diversidad y la pluralidad son fruto de una coalición que se conformó para ponerle fin al ciclo neoliberal. Si hoy no somos capaces de sostener esa posición, se podría derivar en una vuelta a las políticas que tan mal le hicieron a la gran mayoría de la ciudadanía.

Está claro que la búsqueda del equilibrio es todo un desafío. Eso lleva a la necesidad de establecer prioridades que se condigan con cada una de las coyunturas. Cuando se tienen capacidades reales para hacer más y no se avanza, no es bueno. Tampoco lo es pretender ir por encima de las posibilidades en cada momento. Por esa línea transita la gran responsabilidad de quienes gestionan y toman decisiones, tanto desde el gobierno como desde lo político. Es cierto que para cambiar las cosas también se precisa tensionar. El tema es que el grado de la tensión tenga vínculo con la correlación de fuerza imperante.

Vuelvo a decir: no hay una fórmula sencilla. Más allá de los matices que puedan existir, lo fundamental es que quienes bregamos por el bienestar general de la población tengamos en claro dónde están los objetivos principales, con un Estado presente, fomentando el aumento de la producción con la mayor equidad distributiva. Y también utilizar esa unidad para intentar cambiar la correlación de fuerzas y, entre otras cuestiones, fortalecer la lucha contra uno de los problemas más acuciantes hoy en día: la inflación y el consiguiente deterioro del poder adquisitivo de la población, que tanto cuesta recuperar luego de la fuerte caída durante el gobierno macrista.

Nota publicada en Tiempo Argentino el 27/03/2022