Ambito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
En lo que fue un intento de retomar la teoría de los “brotes verdes”, varios medios y analistas económicos salieron a festejar los últimos datos de comercio internacional, aunque un análisis más detallado de los índices muestra que no hay nada de lo que alegrarse, y que el optimismo forma parte de la estrategia electoral.
Es cierto que hubo una mejoría del saldo comercial en mayo comparado con igual mes del año anterior, aunque eso se debió a la fuerte reducción de las importaciones (-28%), que vienen cayendo sin pausa y a tasas de dos dígitos desde septiembre de 2018. Es una consecuencia de la devaluación, que encarece las importaciones, y de la aguda recesión que transitamos. Nada de virtuoso.
El desagregado de mayo también aporta información relevante. Las importaciones muestran fuertes caídas interanuales en todos los rubros: bienes de capital (-37,4%), vehículos automotores de pasajeros (-58,6%), así como bienes intermedios (-16%), combustibles y lubricantes; piezas y accesorios para bienes de capital y bienes de consumo.
En cuanto a las exportaciones, no hay que perder de vista que la suba (16,5%) tuvo que ver más que nada con la base con la que se compara: un 2018 fuertemente afectado por la sequía. Las ventas externas de productos primarios, combustibles y energía y las manufacturas de origen agropecuario crecieron en términos interanuales. Las grandes perdedoras fueron una vez más las manufacturas de origen industrial. Un resultado que ya era esperado, dado que la liberalización comercial aplicada no beneficia a las manufacturas, y no hay ninguna acción gubernamental importante que tienda a morigerar esta situación: sólo paños fríos.
El presidente Macri visitó en Japón un supermercado y, tras alegrarse por encontrar un corte de carne argentina en las góndolas, afirmó: “La Argentina es un país que produce alimentos de calidad para 400 millones de personas, a pesar de que somos solamente 44 millones, y aspiramos a llegar en pocos años, en 2025, a producir para 600 millones de personas”. La idea de ser el supermercado del mundo, estrategia inentendible cuando la indigencia y la desnutrición, siguen creciendo en Argentina.
Macri agregó: “Nuestra industria de comidas y bebidas produce productos de calidad que buscan abastecer a consumidores exigentes, tan exigentes como el paladar japonés”. En entrevista con el premier japonés destacó que la Argentina y el país asiático “son socios estratégicos”, y solicitó abrir “el mercado para arándanos y cerezas” argentinos. Bien por estas producciones regionales, pero muy escaso para ser el resultado privilegiado de una “asociación estratégica” con Japón:
La Argentina tiene grandes potencialidades para desarrollar con el país asiático, importantes desarrollos tecnológicos 4.0 y otras actividades de punta. Corre el reloj de los intereses
En la lógica de analizar los datos que realmente importan, cabe mencionar el de la Cuenta Corriente, que incluye, básicamente, la balanza comercial y los pagos de rentas. Como era de esperar, desde posiciones oficiales se resaltó la mejora de la Cuenta Corriente del primer trimestre contra un año atrás (de un déficit de u$s 9.369 millones se pasó a uno de u$s 3.849 millones). Sin embargo, hay un hecho inocultable: el del récord de incremento que muestran los intereses pagados netos de la deuda. Un rasgo estructural de este modelo. Midiendo las cifras del primer trimestre, mientras que en 2019 llegaron a los u$s 3.426 millones, en 2015 eran de u$s 1.162 millones.
La Cuenta Corriente cerró el primer trimestre con un déficit anual acumulado del -4,3% del PIB, menor al -5,2% de un año atrás, pero muy por encima del -2,8% de idéntico lapso de 2016. Sin dudas, el Gobierno finalizará su mandato con un panorama de las cuentas externas que se habrá deteriorado significativamente como consecuencia de sus políticas.
Con su propensión natural a la toma indiscriminada de deuda, con la liberalización del mercado de cambios, del comercio y la cuenta capital, el Gobierno no ha hecho otra cosa que agudizar la problemática de la restricción externa. Ya es hora de cambiar estas políticas que comprometen cada vez más el futuro de nuestra sociedad.