Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El miércoles, en una sesión especial de la Cámara de Diputados, se produjo la jura de los 127 legisladores y legisladoras electos en octubre. El presidente Javier Milei; la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei; el jefe de Gabinete, Manuel Adorni; y el ministro del Interior, Diego Santilli, acompañaron la ceremonia desde uno de los palcos del recinto.
Entre lo que sucedió esta semana y lo que ocurrió cuando Milei asumió como jefe de Estado, y le habló a la ciudadanía de espaldas a la Asamblea Legislativa, hubo un cambio significativo. En aquellos tiempos, acusaba al Congreso de ser “un nido de ratas” y a sus integrantes de personas despreciables. ¿Por qué se produce este cambio? En principio, porque en el inicio de su gestión el Parlamento tenía una tendencia menos alineada con el Poder Ejecutivo y, ahora, por el contrario, tiene una orientación más favorable. En el primer caso, el Presidente expresaba desprecio a la institución; en el segundo la considera respetable. Es una extraña concepción de la democracia: las instituciones son valoradas según estén alineadas con el gobierno o actúen como un poder independiente.
Hay una segunda razón para el cambio de actitud del Ejecutivo hacia el Parlamento. El gobierno estadounidense le planteó a Milei la necesidad de acordar con la oposición, para que las reformas laboral, impositiva y penal, entre otras, puedan ser aprobadas rápidamente. En esta perspectiva, el cambio de actitud del Presidente tiene que ver con esa necesidad de ampliar alianzas en el Congreso para dar mayor factibilidad a las reformas.
¿Qué papel cumplirían esas reformas? Optimizar los beneficios para quienes vengan al país a llevarse los recursos naturales, el gran botín en disputa.
Si hace falta mayor claridad, resaltan las palabras del embajador de los EEUU, que en una reunión de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham) afirmó: “Trump me pidió que viniera a ayudar a su amigo Javier Milei; él no me dijo que viniera a ayudar a cualquier gobierno, a cualquier partido, me dijo directamente que venga a ayudar a su amigo”, para luego agregar que sabía que debía ser “neutral” pero que él no tiene “que hacer eso” sino acompañar a las compañías y a las industrias norteamericanas que están aquí.
En la misma línea, se acaba de publicar la “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América”, firmada por el presidente Donald Trump. Sobre América Latina se sostiene, según el diario español El País, que “tras años de abandono, Estados Unidos reafirmará y aplicará la doctrina Monroe (que proclamaba el intervencionismo estadounidense en Latinoamérica) para restaurar su preeminencia”, con un “Corolario Trump” a esa doctrina, necesario para lograr “una restauración sensata y contundente del poder y las prioridades estadounidenses”.
Volviendo a la sesión de esta semana, La Libertad Avanza (LLA) inauguró su condición de “primera minoría” en la Cámara de Diputados. Lo lograron a partir del cambio de pertenencia de varios legisladores y legisladoras que fueron votados en otras listas y que se pasaron al oficialismo. El broche final fue “la transferencia” de un diputado del PRO de Entre Ríos a LLA. Sin ese legislador, la bancada libertaria no habría alcanzado la primera minoría. Todo ocurrió “en el último minuto del libro de pases”. No hay ninguna ilegalidad en el procedimiento, pero parece ilegítimo desde el punto de vista político: legisladores y legisladoras votados para integrar un bloque se pasaron a otro para lograr que este último alcance la condición de primera minoría.
Diversos análisis sostienen que se produjo un gran crecimiento electoral de LLA. Pero no es lo que ocurrió. La elección salió 40% a 35% pero parece que hubiera salido 80% a 20%. Han instalado una “burbuja comunicacional”. Hagamos un poco de historia: Cambiemos, la coalición que se conformó para llevar a Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación, se fue fracturando desde 2019. Con ello, buena parte de los que integraban Cambiemos pasaron a formar parte de las distintas fuerzas resultantes de la división. Varias de ellas participaron en las elecciones de 2023 a través de las candidaturas de Patricia Bullrich y Javier Milei. Si sumamos los votos de ambas propuestas, se alcanzó más de un 53% de los sufragios en la primera vuelta. Integradas ahora en una coalición única sacaron el 40% de los votos. Entonces, la pregunta es: ¿qué es lo que festejan si perdieron una parte importante del apoyo electoral?
Del otro lado, el Bloque de Unión por la Patria (UxP) prácticamente mantuvo su número y sostuvo la cohesión de la gran mayoría de sus diputados y diputadas en todo el país. Sin embargo, en varios medios UxP aparece como si estuviera “implosionado”.
Con el número actual de diputados y diputadas, al Gobierno nacional no le dan las cuentas: necesitarán seguir negociando con varios gobernadores y distintas fuerzas políticas. Pero allí tienen problemas: por ejemplo, si la actual gestión les da a las provincias lo que éstas le piden para apoyar sus proyectos, no podrá sostener el equilibrio fiscal. Porque, además, si se implementa la reforma tributaria, van a caer los ingresos impositivos. Y, en una economía en recesión creciente, ello significa que el ajuste que se tendrá que ejecutar será más grande, y en ese escenario sería previsible una reacción de los ajustados en todo el país. Es probable que, en ese marco, los gobernadores “amigables” tengan mayores dificultades para apoyar las medidas del Poder Ejecutivo. Es lo que sucedió en la segunda mitad del 2025, y que permitió la sanción de una serie de leyes en defensa de los derechos de distintos sectores de la sociedad.
No hay que perder de vista la idea de la batalla cultural. Hay que dialogar con quienes dicen: “la estoy pasando mal, no llego a fin de mes. Pero tengo expectativas. Ahora lo resolví porque tengo cuatro trabajos, porque trabajo 18 horas por día”. Hay que explicar que no les va a alcanzar, que no hay posibilidad de cuatro trabajos para todos los que se van quedando sin empleo. Por ejemplo, una empresa de distribución ya tiene 43 mil repartidores, ¿cuántos más puede tener? ¿Qué van a repartir? ¿Y quiénes serán los compradores de los productos que esa empresa distribuye si una porción creciente de la ciudadanía se queda sin ingresos?
El círculo es asfixiante: crece la cantidad de repartidores y baja la cantidad de compradores. Ni los desocupados ni los que tienen magros salarios pueden mantener sus consumos.
Hay dos modelos en disputa: el actual es un proyecto que necesita del ajuste permanente; el otro es el que expresa la capacidad de resistencia de los ajustados y promueve mejor distribución del ingreso, protección de la producción nacional, defensa de la soberanía y más derechos para la mayoría de la población.