Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
La represión al pueblo siempre es cruel e inhumana. Atenta contra derechos humanos básicos de la ciudadanía y valores y principios de una sociedad democrática, consecuentemente siempre debe ser repudiada. El cobarde apaleamiento a trabajadores jubilados que defienden con dignidad su derecho a vivir dignamente, a alimentarse, a la vivienda y el acceso a los medicamentos resulta tan deshonrosa como deleznable. Esa es la percepción de la mayoría de la sociedad democrática.
El fenomenal despliegue de policías y gendarmes, con sus enormes palos de ataque, máquinas infernales y su gas pimienta, cubiertos de escudos y cascos ante la hipótesis delirante de que los jubilados resulten ser terroristas, tiene el propósito esencial de presentar imágenes represivas con el fin de amedrentar a la sociedad. Nada nuevo. Ya lo hicieron tanto las dictaduras como los gobiernos civiles cuando sus proyectos políticos y económicos antipopulares generaron la inevitable reacción del pueblo. Palos y gases forman parte de una ideología totalizadora contra las mayorías políticas sociales y culturales, incluyendo el desprecio y la negación del parlamento como expresión de la representación de las diversidades del pueblo. Veto y represión es la respuesta a los jubilados, a la sociedad que se solidariza con ellos y al parlamento de votó el modesto aumento de sus ingresos.
El Presidente continúa pensando en que su verba primitiva y violenta contra el Congreso, impacta en algunos sectores de la sociedad decepcionada de gobiernos anteriores y la “política”. Ya lo hizo el día que asumió cuando le dio la espalda. El mensaje es clarísimo: “señores legisladores a ustedes los desprecio, integran un nido de ratas”, aunque ahora matizó agregando que son “ratas del poder”. De cualquier forma, los conminó a que sostengan su veto a la ley de movilidad jubilatoria, a no votar la ampliación presupuestaria a las universidades y sus docentes con sueldos congelados, y obviamente a aprobar sin chistar el presupuesto nacional que incluye el “ajuste más grande del mundo” contra el pueblo. Ya que estaba lanzado incluyó a periodistas, medios de comunicación “que se venden al mejor postor” (¿se referiría a Clarín, La Nación y La Nación +?) y a los sindicalistas. Desde sus posturas resultantes de una mezcolanza de arcaicos medievalismos y thatcherismo neocolonial, el Presidente identifica a la comunidad científica y al pensamiento crítico como sus enemigos, negando el valor del conocimiento.
El ataque cargado de ira y rechazo recuerda al “¡Muera la inteligencia, viva la muerte!”, que bramó el general franquista José Millán Astray en la Universidad de Salamanca en 1936, reaccionando violentamente ante la intervención del prestigioso rector, el filósofo Miguel de Unamuno. Su valiente respuesta llena de sentido se hizo historia: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Es inútil que penséis en España”. Nosotros diríamos “es inútil que el presidente piense en nuestra patria”. Este cruce expresa la visión irracional y oscurantista negadora de la cultura, la inteligencia y la historia, propio de los regímenes autoritarios. La reacción de Millán Astray desnuda una ideología que destila odio e ignorancia mellando toda pretensión de cambio social en un sentido popular y progresista.
Volviendo al presente, la semana pasada Milei reiteró que uno podía “tener la libertad de morirse de hambre”. Expuso en un acoplamiento de fanáticos de ultra derecha autodenominado III Encuentro Regional del Foro Madrid, organizado por el líder del partido español Vox, Santiago Abascal. Allí frente a los herederos políticos de Franco y de los falangistas como Astray, Milei también rugió como aquel general invadido por el odio, su ideología fascista y sus mutilaciones físicas.
La apuesta mileista en su batalla cultural se sustenta en la eliminación de la facultad de razonar y en capitalizar la desesperanza. Desde allí se puede aceptar que la Argentina iba camino a una hiperinflación del 17.000 %, asumir como lógica una devaluación del 118%; y la reducción drástica de los salarios, de las jubilaciones, aumentos indiscriminados de las tarifas de los servicios públicos y del transporte. Con el mismo fin propagandístico, Milei reafirma su discurso pseudocientífico cargado de citas, cifras y fuentes falsas y descabelladas, para justificar la destrucción al Estado y que resulta lógico “agrandar los bolsillos de los grandes empresarios”.
La megalomanía presidencial se regodea realizando un ajuste descarnado que incluye la eliminación del acceso a una cantidad importante de medicamentos y la falta de entrega de alimentos a las organizaciones sociales, en un país donde más de un millón de pibes y pibas se van a dormir sin cenar. No trepida en auto calificarse como “el hacedor del mejor gobierno de la historia”, manifestando su superioridad sobre todos los presidentes argentinos, colocándose en un podio por encima de: J. A. Roca, Mitre, Sarmiento, Yrigoyen, Perón, Alfonsín y Néstor y Cristina Kirchner, sólo por nombrar algunos. Un neofukuyismo primitivo en el que el fin de la historia finaliza con él.
Pero no se trata solo de “las fuerzas del cielo”, ni el ataque a la comunidad científica, artistas y periodistas; también tiene la intención de entregarle 100 mil millones de pesos a los espías de la SIDE, el intento de volver al siglo XIX con las leyes laborales y el negacionismo de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico militar, de la cual Milei toma buena parte de su programa económico. En el Foro de ultra derechas volvió con aquello de “los 30 mil de verdad”; para insistir en tergiversar la idea de Memoria, Verdad y Justicia, demostrando que comparte con su vice el negacionismo y la reivindicación integral de la dictadura videlista.
Luego de las derrotas parlamentarias de fines de agosto, Milei reforzó su agresividad potenciando un narrativa fascistoide. La muerte de la inteligencia y las loas al franquismo son constitutivas del grito ultraderechista de época. El notable ejemplo de Unamuno en tiempos de derrota y avance del oscurantismo, nos afirma en la necesidad de enfrentarlo y derrotarlo con el convencimiento del Pueblo decidido a dejar atrás las tinieblas de la irracionalidad propia de la ultraderecha abriendo paso a una nueva época democrática y de progreso.
Nota publicada en Página/12 el 11/09/2024