Diego: el militante

30/11/2020

Hubo un instante luminoso en la historia del fútbol mundial: fue cuando el segundo gol de Maradona a los ingleses se encontró con el relato de ese gol por Víctor Hugo Morales.

No sobró ni faltó en la cancha ni un movimiento. No sobró ni faltó en el relato ni una palabra. Dos virtuosos se complementaron entre sí.

Cada desplazamiento, con sus amagues mágicos, tuvo a cada palabra en su lugar exacto: la tensión del cuerpo buscando el gol en perfecto equilibrio con las frases que lo relataron.

Hubo en el Estadio Azteca ese día dos militantes, Diego Armando Maradona y Víctor Hugo Morales, diseñando en esa corrida exquisita la belleza de la argentinidad. ¿Por qué militantes? Porque pusieron sus habilidades al servicio de algo más que ellos mismos.

Digámoslo rápido: hay militancia cuando lo que hacemos trasciende lo que perseguimos como individuos. Por eso, en Diego no había sólo mérito: también había virtud. El mérito está vinculado a la acumulación: se intercambia en el mercado por otros méritos. La virtud es otra cosa: está orientada a la entrega. No responde al intercambio mercantil sino al bienestar de la comunidad: no se compra ni se vende porque la rige la gratuidad. La virtud es lo que el otro da para el otro.  

Todos intercambiamos méritos. Pero sólo los militantes ejercemos la virtud. Es decir: ponemos nuestras capacidades, y una parte de nuestro tiempo, al servicio de la comunidad distribuyendo argumentos, prácticas, energías, alegrías, emociones y compromisos más allá del mercado.   

En este sentido, Diego Maradona fue un militante: ejerció la virtud porque su desempeño siempre tuvo un exceso de compromiso y de pasión. Fue un activista de la alegría: movilizó las emociones del pueblo a través de su entrega sin límites. Un rebelde que hacía lo que había que hacer y lo que no había que hacer. Un permanente disidente ante el poder.

Por eso, Diego militó la pelota y militó la Argentina. Fue un pecho caliente.

Por supuesto: los miles de personas que lo despidieron en la Plaza de Mayo demostraron su amor al militante y no sólo al profesional del deporte global. Pasión con pasión se paga: lo que él le dio a la multitud ésta se lo devolvió.

Pero, además, como decía Lula, “Maradona tenía opinión para casi todas las cosas que pasaban en el mundo que perjudicaban al pueblo trabajador y al pueblo humilde”. Diego era una voz global contra las injusticias. Su militancia comprendía la reivindicación de un linaje que sumaba a Fidel Castro, el Che, Néstor y Cristina, Evo Morales, Lula, Chávez y las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, entre otros y otras. Personaje pendenciero, dividió al mundo entre maradonianos y antimaradonianos: entre los que reivindican la virtud y los que sólo reconocen al mercado.

Politicidad paradójica: quien partía a la Argentina en dos producía lo más cercano al consenso con cada uno de sus goles.

¿Hay otro momento tan intenso de identidad y unidad nacional que cuando gritamos un gol de la Selección? Allí la Argentina se transforma en un sentimiento que se festeja, que se canta y que se baila. Las gambetas de Diego, y su precisión endemoniada, han sido la traducción en movimientos del sentimiento de Nación.

¿Qué nos deja Diego a los militantes? El valor del compromiso, de la rebeldía y de ese más allá del mercado donde tienen lugar las tareas virtuosas que son, a la vez, las tareas trascendentes. Nos dejó como enseñanza que la “grasa militante”, ese sobrante para el pensamiento neoliberal, es quien organiza la emocionalidad popular.

Muchos dijeron que era Dios. Como tal quedó sometido a ese punto ciego de la teología: si Dios es la totalidad, entonces, incluye al bien pero también al mal. Por eso, no hay dioses perfectos. Y, por supuesto, él no lo era: allí están, por ejemplo, los cuestionamientos de algunos sectores del feminismo como testimonio crítico, entre otros.  

No es fácil ser humano. Pero, seguramente, debe ser mucho más difícil ser más que humano. Maradona no fue perfecto. Pero fue un gran militante de las causas nacionales, populares y democráticas. Fue parte de ese linaje de hombres y mujeres apasionados que le exigen a sus cuerpos más de lo que sus cuerpos pueden dar.

Hace poco, reivindicó el Aporte Solidario y Extraordinario de las grandes fortunas. Hace años, en 1996, había dicho que “el Gobierno debería sacarles a los que más tienen, como yo”.

Cuando alguien dice: “reivindico al jugador pero no a la persona” está, por supuesto, proponiendo una tarea imposible. Lo que busca es eliminar la politicidad del jugador y de la persona. Entre otras cosas, lo que les molesta es la rebeldía del militante.

El barrilete cósmico ha tomado altura para siempre. Avanza decidido en el trayecto final entre Villa Fiorito y el más allá. Seguramente, vuelve al planeta secreto de donde vino.

Gracias, muchas gracias querido militante Diego Armando Maradona.

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