Garra y militancia

14/09/2021

Cuando más turbulentas están las aguas, mayor serenidad y cuidado hay que tener al nadar en ellas. El mensaje de las urnas fue intenso y, seguramente, comunicó varias cosas: es necesario entender, con la mayor profundidad posible, qué es lo que nos dijeron esos resultados electorales. Tenemos dos meses para intentar revertir estos números y cuanto más precisos sean los diagnósticos, más adecuadas serán las medidas que se tomen.

En primer lugar, la ciudadanía expresó su bronca acumulada consecuencia de todo lo que le pasó y lo que le sigue pasando en el contexto de las dos pandemias. La bronca siempre se dirige hacia un culpable y, en la mayoría de los casos, los culpables son los gobiernos. No importa que ni estos ni sus políticas sean los responsables. Sólo basta que sean identificados como tales.

En segundo lugar, el porcentaje de votantes ha sido bajo y es necesario analizar si ese factor ha influido en los resultados. En estas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) votó un poco más del 66% del padrón. ¿Cuál es el motivo por el cual una cantidad importante de los electores decidió no sufragar? ¿No lo hicieron porque estaban enojados, porque tenían miedo por la pandemia o porque subestimaron las PASO? Esos millones de votantes que no concurrieron a las urnas tuvieron muchas razones para no hacerlo. Por supuesto, no estamos diciendo que los que se ausentaron hayan sido todos partidarios del Frente de Todos en elecciones anteriores, pero sí que un número significativo de ellos sufragaron en 2019 por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.

Tercero, luego de conocerse los resultados el domingo a la noche, los principales referentes del Frente de Todos y los primeros candidatos de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires subieron al escenario acompañando al Presidente cuando éste habló y reconoció el resultado adverso. “Evidentemente hay errores que hemos cometido (…). Nada es más importante que escuchar al pueblo, cuando el pueblo se expresa es un dato que tomamos muy en serio, muy en cuenta. Hemos hecho con Cristina, con Axel, con Sergio, un enorme esfuerzo y evidentemente algo no hemos hecho bien”, afirmó el Presidente. Y agregó que había “escuchado el veredicto de la gente, con respeto y mucha atención”.

Por el contrario, luego de su derrota en las PASO en 2019, Mauricio Macri había responsabilizado a la oposición y a los votantes por su derrota: “Hoy ante el resultado favorable para el kirchnerismo, el dólar volvió a subir. El problema que tenemos es que la alternativa kirchnerista no tiene credibilidad en el mundo. El kirchnerismo debería hacer autocrítica (…) El mundo ve eso como el fin de la Argentina. Los argentinos debemos decidir si vamos al pasado, que nos lleva a lo que pasó hoy”, aseguró dirigiéndose a los votantes para que no vuelvan a votar a la entonces oposición en las elecciones generales.

Es notable la diferencia con el discurso pronunciado por Néstor Kirchner, luego de la derrota de su lista en las elecciones legislativas de 2009, en la provincia de Buenos Aires. En aquella oportunidad el ex Presidente había afirmado: “También decirles a todos los amigos, a los compañeros, a los que ayer nos votaron y hoy no nos votaron y demás que somos gente con mucha voluntad, con mucho amor propio, con mucha vocación por construir una Argentina con un modelo productivo inclusivo y, por eso, ya estamos trabajando para profundizar la gobernabilidad en la Argentina, consolidar los cambios y volver a ser alternativa en el 2011. Esto es la política y esta es la democracia. Muchas gracias a todos”.

El actual es un gobierno que escucha y está dispuesto a cambiar lo que considera que tiene que cambiar para expresar las demandas insatisfechas de la ciudadanía, muy diferente al gobierno de Mauricio Macri, cerrado sobre sí y que le echaba la culpa a los votantes.

Por supuesto, tengo total confianza en quienes lideran el proyecto del Frente de Todos y esa confianza implica también esperar que anuncien las medidas que seguramente darán a conocer en estos días. Los líderes tienen responsabilidades, pero los que acompañamos tenemos que tener la templanza para esperar sus decisiones. El gobierno tiene referentes claros y es en ellos en los que hay que confiar para que hagan las propuestas que nos van a sacar de esta situación.

Cuarto, junto al análisis general, hay que producir análisis locales. Es responsabilidad de los que estamos comprometidos con este proyecto, cada uno en su lugar y en su medida, aportar a la reflexión y al análisis. La elección general es en noviembre y tenemos confianza en que nos puede ir mejor: en ese tiempo habremos superado un poco más la pandemia, la actividad económica estará volviendo aún más a la normalidad y una serie de políticas públicas van a tener un mayor despliegue.

Quinto, hay que tomar nota del crecimiento de la derecha extrema en la ciudad de Buenos Aires y la obtención de más de 13% de votos por parte de un personaje como Javier Milei que, entre otras cosas, ha declarado su intención de incendiar el Banco Central.

Sexto, este domingo, como sucede en todas las PASO, no se eligió a ningún candidato para ejercer cargos. Ello, como sabemos, ocurrirá en noviembre. En un escenario tan dinámico como el que atravesamos, saliendo de la pandemia, con la mayoría de los argentinos y las argentinas retomando su vida normal, dos meses es un buen tiempo para que el malhumor y la bronca también se vayan aplacando.

El rol de un militante político, entre otras cosas, consiste en ayudar a entender lo que sucede. Los fenómenos políticos, sociales y económicos requieren interpretación y, por supuesto, ahí corremos con una desventaja monumental. La ciudadanía está sometida a un machaque permanente por parte del sistema de los grandes medios y del aparato comunicacional dominante. Pero, de todos modos, el camino está claro: tenemos que ver cómo mejoramos y cómo hacemos que la ciudadanía lo perciba, lo sienta y se dé cuenta de que eso que estamos haciendo va a terminar beneficiándola.

Las convicciones son una energía que nos motiva, nos mueve, hace que no nos achiquemos y que no bajemos las banderas. En los momentos difíciles, como dicen los muchachos y las muchachas, hay que aguantar los trapos.

Hay que salir nuevamente a la cancha a romperla, con toda la garra y toda la militancia que podamos.