
Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
Las estadísticas del Balance Cambiario del BCRA son incontrastables y dan una idea de los desequilibrios en el sector externo.
Un dato a considerar es que a partir de diciembre de 2024, y por primera vez desde 2003 (inicio de la serie), la Inversión Extranjera Directa comienza a dar negativa. Entre ese mes y mayo de 2025 se registró una salida neta de u$s2.374 millones. Estos números indican que no sólo no hay “lluvia de inversiones”, sino que las mismas se están yendo, agregando tensiones en el frente externo.
El otro concepto que sobresale es el de la formación de activos externos del sector privado no financiero (usualmente asociada con la fuga de capitales), que registró un egreso neto en los dos últimos meses (abril y mayo) por u$s5.247 millones. Es una consecuencia de la eliminación de regulaciones financieras y comerciales y de la supresión parcial del mal denominado “cepo”, medida que abrió una ventana de oportunidad para que un sector dolarice sus tenencias. También se destacan los egresos por viajes al exterior por u$s4.502 millones en el acumulado de los cinco primeros meses de 2025, estimulados por el atraso del tipo de cambio.
Recientemente el gobierno nacional presentó el Informe de avance del Proyecto de Ley de Presupuesto 2026 y según su previsión las principales tendencias se mantienen sin cambios para lo que resta de 2025, año que se está transitando sin contar con Presupuesto, por decisión del oficialismo. Entre los datos más importantes, se prevé para el cierre de este año una inflación interanual del 22,7% (a diciembre 2025), mientras que el tipo de cambio cotizaría en 1.229 pesos por dólar (+20,4), resultando en una caída promedio del tipo de cambio real con el dólar de 8,6% en el año. Es decir, que la tendencia a la apreciación de la moneda local continuaría.
El Poder Ejecutivo espera para 2025 un superávit comercial (bienes y servicios) de u$s4.913 millones, muy bajo respecto a los u$s16.901 millones de 2024. Las importaciones aumentarían un 19,6%, mientras que las exportaciones crecerían un 3,8%. Otra muestra del deterioro del sector externo.
En este marco, el banco de inversión J.P. Morgan publicó un informe para sus clientes que están haciendo “carry trade” (bicicleta financiera) con los bonos públicos en pesos, cuyo título lo dice todo: “Tomando un respiro”. Su recomendación es la de “tomar ganancias” (vender los títulos en pesos y comprar dólares). También advierte, entre otras cuestiones, acerca de la dinámica negativa de la cuenta corriente.
Nada de esto sorprende. Es el resultado del modelo aperturista, de endeudamiento y desregulador actual, que, tal como ocurrió en anteriores oportunidades, alimenta una tendencia al déficit estructural en materia de divisas. No es algo que desconozcan los mercados ni el FMI, que si bien pone la lupa en el objetivo de Reservas, no hará mayores comentarios hasta octubre.
Por su parte, la jueza del segundo distrito de Nueva York, Loretta Preska, ordenó a la Argentina entregar el 51% de las acciones de YPF a los beneficiarios del juicio por la expropiación. Una decisión inédita a la que se opuso hasta el propio Departamento de Justicia del gobierno de EEUU en su escrito amicus curiae, respaldando en 2024 la postura de la defensa argentina, porque violaría las normas de inmunidad soberana.
Creo que es importante no confundir acerca del fondo de la cuestión. Es cierto que llamó la atención la actitud y el sentido de oportunidad de la jueza. Pero traducido al debate local, hay que decir que la reestatización no es el inconveniente, sino que el problema estuvo en la privatización misma, de una empresa que nació por una iniciativa soberana del Estado argentino. El debate excede a los detalles operativos de la decisión de 2012 y se vincula con el papel del Estado en la economía, especialmente en el tema de los recursos naturales (y en particular con las potencialidades de Vaca Muerta). La pérdida del control de la explotación de este activo estratégico por parte de la administración pública agravaría la problemática de la restricción externa y haría aún más difícil hacia adelante (con un gobierno que proponga un desarrollo soberano y con inclusión social) poder romper con el actual patrón de endeudamiento y dependencia.